Por Roberto Irrazábal
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La crítica situación en el mundo con respecto al problema del hambre, el cambio climático y sus efectos en la producción de alimentos, así como la propia influencia del mercado con la deforestación, el uso de agroquímicos y transgénicos, entre otros puntos, fueron temas de debate en el Foro Internacional sobre Cambio Climático y Seguridad Alimentaria, con miras al Séptimo Foro Regional del Frente Parlamentario contra el Hambre (FPH), que se llevará a cabo en noviembre en México. La coordinadora regional del FPH, la diputada uruguaya Berta Sanseverino, nos habla sobre la necesidad de que los Estados tomen partido en esta lucha por un mundo más justo y seguro para todos.
–¿Cómo nace el Frente Parlamentario contra el Hambre (FPH)?
–Cuando en Brasil hay una fuerte intervención del Estado, que en ese momento presidía Lula (Da Silva), y pone en marcha el famoso programa Hambre cero, que fue realmente revolucionario, porque se fijó metas extraordinarias de erradicación de la pobreza en programas escolares. Esa política pública se extendió y dio pie a que surja en todo el continente, que sufrió mucho toda la década de los 90 con la liberalización y el retroceso de los Estados como garantes de derechos. Entonces se fue creando toda una red y en el 2009 se crean los Frentes Parlamentarios.
–¿Cuáles fueron sus objetivos iniciales?
–Desde un principio hubo un objetivo muy preciso, que era la erradicación del hambre como punto clave, y en esa época también se fijan los objetivos del milenio y uno de ellos era bajar el hambre en un 50% de las personas. Hoy, América Latina tiene 17 Frentes Parlamentarios y estamos creciendo en países donde son muy necesarios, como el Caribe y América Central, donde la pobreza es mucho más fuerte y el Estado más débil.
–¿Cómo se encara el tema del hambre y la alimentación en sí?
–Empezamos con cómo hacer posible el número de personas con hambre, y después empezamos a dar cuenta de que la alimentación es un conjunto de temas, el derecho a la alimentación saludable, una producción sostenible, los valores culturales, los modos de ser de las comunidades, y eso nos llevó a trabajar en lo que tenía que ver con una necesidad muy fuerte en América Latina, que es el de la agricultura familiar, una que se enfrenta con todo un modelo productivo muy fuerte que se expande y encajona o que va acogotando las fronteras de la agricultura familiar.
–¿Cómo se encara esta problemática desde el Estado?
–Los países van promoviendo leyes de agricultura familiar, así como posibilidad de créditos, manejo de las tierras, posibilidades, como por ejemplo, que el Estado, que es un gran comprador de alimentos, compre a través de la agricultura familiar, que es una enseñanza del modelo brasileño. Cuando ellos llevaron adelante la alimentación escolar, las dos características que tiene es que es un modelo universal, no solo para los niños pobres, sino para todos los niños que van a la escuela, y el otro punto innovador era que las compras para la alimentación escolar se hacen desde lo local a los agricultores familiares de las regiones, donde están las escuelas. Eso tenía además un doble propósito, ya que aseguraba un mercado al agricultor, le hacía ampliar su oferta y también lo sacaba de la pobreza.
–¿Qué nuevos temas fueron surgiendo además?
–En Uruguay y, probablemente, también Argentina, somos países que hemos crecido en la última década, ha bajado la pobreza, pero la contracara ha sido que en estos siete años la obesidad y todo lo asociado a enfermedades no transmisibles han aumentado considerablemente, lo cual nos ubica en el tercer lugar en América Latina. Eso pone en cuestión el derecho a la alimentación adecuada y sana que favorezca una vida en buenas condiciones, y nos ha hecho ver cómo combatir a las industrias alimentarias que tanto daño hacen e ingresan al mercado con mucha facilidad.
–¿Cómo se combate?
–Algunos países ya están aprobando leyes que tengan que ver con información, etiquetados sobre las cosas malas que tiene ese producto, y otros países están yendo hacia el aumento de impuestos a, por ejemplo, las bebidas, que es uno de los modelos que implementó México.
–¿Cómo ve el panorama en el Paraguay según los testimonios de la sociedad?
–Escuchamos a militantes de la vía campesina y comunidades indígenas que interpelan este modelo que los deja indefensos. En una de las intervenciones, la del señor Benítez (Ernesto), dejó una reflexión sobre el valor cultural de las comunidades que, por el acorralamiento y la ausencia del Estado, quedan perjudicados.
–¿Cómo debe intervenir el Estado en estos casos?
–Creo que hay que ser optimistas y mejorar las cosas, y hay muchísimo para hacer, y eso requiere Estados más fuertes. Si no hay un Estado que se haga garante de los derechos de todos y se posicione como una fuerza en estas reglas de juego, el mercado puede ser imparable, ya que no tiene límites y no para de avanzar. Sé que es una batalla muy desigual, pero hay que fortalecer a los Estados, a los Parlamentos, los políticos tienen que ser más serios y responsables, saber que están allí por ser servidores públicos, y que hay que trabajar mejor.
–¿Cómo fortalecer a los Estados?
–Lo primero que hemos hecho es abrirnos a alianzas. Nosotros trabajamos con Celac que tienen una agenda progresista; también trabajamos mucho con la FAO y ONU Mujeres. Avanzamos también gracias a la presión de actores de la sociedad civil, los movimientos estudiantiles y obreros, buscando mejorar la protección social, que es imprescindible.