18 jun. 2025

Sabor puro

La elaboración de cigarros finos requiere tener una habilidad artesanal y conocimientos que solo la experiencia otorga. Y aunque poco conocida, en Paraguay esta actividad cuenta con una tradición que se manifiesta en productos de calidad, hechos con materia prima y mano de obra nacionales. Te mostramos cómo se fabrican los puros paraguayos.

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Por: Carlos Darío Torres | ctorres@uhora.com.py

Fotos: Fernando Franceschelli

Si uno quiere asociar al puro con un personaje famoso, probablemente la primera imagen en acudir a nuestra mente sea la de Winston Churchill. Se dice que a lo largo de su vida se fumó alrededor de 300.000 cigarros. Se cuenta también que un diplomático le dijo que se mantenía al 100% porque no fumaba, no bebía y dormía mucho. A esto, sir Winston le respondió que él sí bebía, dormía poco y fumaba mucho, y por eso estaba al 200% en forma.

Anécdota aparte, la imagen del líder británico con su infaltable cigarro quedó impregnada en el imaginario colectivo. Precisamente, el político inglés le da su nombre, o mejor su apellido, a una de las variedades que produce La Caoba, una fábrica de cigarros con más de 100 años de tradición y más de 80 de presencia en Paraguay.

La empresa fabrica seis variedades de cigarros en su factoría ubicada en Mariano Roque Alonso. Todos los tipos de puros se hacen con mano de obra paraguaya y utilizando casi exclusivamente tabaco de origen nacional. Churchill, Long Corona, Corona, Half Corona, Robustos y Quarter o Petit son las denominaciones que reciben los principales productos de la firma.

Con mano paraguaya

El proceso de fabricación de un cigarro se hace de manera artesanal, casi exclusivamente a mano. Empieza con la clasificación de las hojas y la selección de aquellas que están sanas que se van a utilizar para la capota o capote, que constituye el primer lío.

Después viene el despabilado para la tripa, es decir, la limpieza, la eliminación de nervaduras e imperfecciones de lo que se va a convertir en la parte central del cigarro, ya con la cantidad que va a usar cada cigarrera, cada torcedora. Luego se llevan las hojas al secadero, bajo un ventilador, donde permanecen media o una hora, según la humedad. De ahí se embolsa y se entrega a quien hace el cigarro.

Paralelamentre, la persona encargada de hacer la capa humedece la hoja, la envuelve con una lona, con el yute y va al secadero; se deja estacionada para que se pueda secar un poco y recién al día siguiente se trabaja con el producto.

“Las hojas no tienen que estar muy secas ni muy húmedas. Deben tener más o menos 70% de humedad, la necesaria para poder cargar porque es muy frágil y se puede romper si está muy seca. Al tocar ya te das cuenta si está en condiciones, pero para eso está quien hace la tripa”, revela Petrona Portillo, quien trabaja en La Caoba desde hace 20 años.

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PARTES DE UN CIGARRO
  • La tripa: es el contenido o el relleno del puro. Es el conjunto de hojas en forma de acordeón que conforma la parte central del puro.
  • El capote o capota: es la hoja que envuelve a la tripa, dándole fijación. El conjunto se denomina tirulo.
  • La capa: es la hoja exterior del cigarro, la que le viste y le da la presentación y terminación.

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La cigarrera se encarga del liote; luego se lleva a la prensa, donde permanece por dos horas. Al cabo de ese tiempo, se voltea cada cigarro y se vuelve a prensar por otras dos horas. Un secreto: si se los saca antes de tiempo, el cigarro empieza a hincharse, algo que no puede permitirse en un producto de calidad.

Hecho el prensado, el siguiente estadio de la producción es el encapado, momento en el que –como su nombre lo dice- se procede a ponerle la capa. Después el producto pasa a la mesa para el clasificado, que depende del color, que tiene que ser parejo.

En esa mesa es donde se lleva adelante el acabado, terminado o terminación. A los cigarros, posteriormente, se les pone el anillo o vitola, una banda donde se especifican la marca y las características del puro; y se los ubica en un tubo, en un atado o en una caja.

“Se dedica un día a cada tipo de cigarro, según la demanda”, explica Cristina, quien trabaja en el acabado del producto. Los restos se tiran, porque ya no sirven para fabricar un cigarro, que tiene que ser de hoja entera porque si no la ceniza se cae"; es decir, un puro debe quemarse sin que se rompa la ceniza, característica que lo distingue del cigarrillo.

Para darles sabor

A algunos no fumadores podría sorprenderles la siguiente información: existen los cigarros saborizados. En efecto, La Caoba también produce puros con diversos aromas, tales como chocolate, té, vainilla y whisky.

Para obtener los cigarros con sabor se les agrega esencias, antes de proceder a su confección. “Se prepara con la tripa, que se rocía con la esencia. Se deja también 24 horas para que la hoja quede impregnada”, señala Petrona.

La empresa ofrece a los consumidores cuatro familias –así las denomina– de cigarros. A saber: Cañones de mi Patria, Ypacaraí, Bahía de Asunción y Superiores. “Cañones de mi Patria es más fuerte debido a que son más robustos, más grandes; los otros son más finitos y les agregamos un poco de Sumatra (una variedad de tabaco importada) para que sea un poco más suave. Bahía de Asunción se fabrica totalmente con tabaco nacional, con terminación Burley, también nacional, pero de origen chileno”, agrega.

La artesana destaca que, normalmente, el Burley se trae de Choré, y los demás tabacos nacionales utilizados vienen de Curuguaty y San Estanislao. En el departamento de San Pedro, y otros cercanos, se concentra la producción del tabaco criollo paraguayo.

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CAPACIDAD

Una cigarrera puede liar por día 150 cigarros de la variedad Corona y 120 del tipo Churchill.

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“En la fabricación usamos el tabaco flojo, que es liviano, el más suave; y si queremos un poco más fuerte le agregamos hojas dobles, que son las más cargadas, más gruesas, de más cuerpo. El pegamento utilizado se denomina tylose, que es de origen vegetal y no posee sabor ni aroma, por lo que el fumador no lo siente”, remarca Petrona.

La artesana recalca que “nuestros cigarros están hechos totalmente de tabacos nacionales; solamente para la terminación utilizamos tabaco importado, el Sumatra, de un color diferente al nacional, que no es uniforme”.

Otros productos que salen de la fábrica de Mariano Roque Alonso son las plantitas, hechas totalmente a mano y que no pasan por el proceso de ser introducidas en moldes. “Se venden en cajitas de 10 y de 50 unidades. Otro producto es el mexicano, que es un poco más largo, y luego tenemos el habanito. Además hacemos cigarros personalizados, a los que les ponemos el nombre de la persona”, afirma Petrona.

En el proceso se pierde alrededor del 40% de la materia prima; y a veces se desperdicia más de la mitad. Los restos pueden ser reutilizados, por ejemplo, en la fabricación de insecticidas, pero en nuestro país no hay compradores para ellos, por lo que deben ser desechados como desperdicio.

Mercado selecto


Fumar hojas de tabaco es una costumbre heredada de nuestros antepasados indígenas. En toda la América precolombina el tabaco era utilizado con fines medicinales o rituales. Cuando los españoles entraron en contacto con los pueblos amerindios le dieron al cigarro un nuevo uso: el de la fruición.

Los conquistadores peninsulares lo introdujeron primero en España, y posteriormente la preferencia se extendió a toda Europa y al resto del mundo. El tabaco también se consumía como rapé, convertido en polvo para ser aspirado, y como hoja para ser mascado. Demás está decir que esta última era una forma vulgar de consumo, mientras que la primera constituía un lujo reservado a la aristocracia.

Está extendida la imagen, gracias a Hollywood, de los hombres de antaño, vestidos de traje y pajarita, que se retiran a la biblioteca para degustar, después de la cena, un brandy y fumar cigarros, mientras charlan de temas reservados a los hombres, lejos de sus respectivas esposas. Al parecer este hábito ya forma parte del pasado, uno con tufo machista y discriminatorio.

En los países americanos, la costumbre de fumar tabaco pasó de los pueblos originarios a los mestizos, y se hizo popular en las clases bajas y en el campesinado. Hasta hoy se puede encontrar en Paraguay a fumadores de cigarro po´i y cigarro poguasu, y a mascadores de naco.

La creciente demanda de cigarros para fumar alcanzó también a las capas más elevadas de las sociedad, tanto en Europa como en nuestro continente, lo que estimuló el nacimiento de los puros, una versión refinada del producto.

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TIPOS Y MEDIDAS
  • Churchill: 180 mm x 20 mm
  • Long Corona: 160 mm x 16 mm
  • Corona: 140 mm x 18 mm
  • Half Corona: 120 mm x 18 mm
  • Robusto: 120 mm x 20 mm Quarter Corona: 100 mm x 18 mm

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El cigarro fino o puro está dirigido a un público bien definido. “Quien fuma cigarrillo, generalmente no fuma cigarro. El perfil de quien viene a comprar nuestros productos es el de un hombre de 30 años y más, y de un nivel socioeconómico de clase media alta y alta”, señala Alejandro Messuti, gerente administrativo de La Caoba.

“El cigarro le da un toque de distinción a quien lo fuma, es un estilo de vida. Un cigarro en tubo cuesta entre G. 10.000 y G. 15.000. Fácilmente nuestras ventas están entre 100 y 200 millones de guaraníes al mes”, agrega.

Como se dijo, fumar un puro va ligado a una tradición que no tiene el cigarrillo. En otras sociedades, aunque también está presente en la nuestra, se acostumbra a regalar habanos, u otro tipo de puro, cuando se produce un nacimiento. Lo hace el flamante padre y los agasajados son sus amigos y parientes varones.

“El que se casa también suele repartir cigarros. Es una de las tantas formas de uso o de regalo para los fumadores potenciales”, explica Messuti. A diferencia del cigarrillo, se trata de un producto totalmente natural pues no lleva papel.

Pero tampoco se puede afirmar que el cigarro, por muy fino que sea, resulte inocuo para la salud, pues contiene nicotina y alquitrán, además de otros componentes tóxicos. “Pero como no se traga el humo –como sí ocurre con el cigarrillo– el daño es menor. El humo del cigarro no se traga, se aspira, se deja en la boca, se saborea”, remarca Messuti.

Fumar un buen puro, como otros placeres de la vida, debe hacerse con mesura, para que el disfrute sea también un acto de responsabilidad.