Partidí es el nombre de un proyecto muy interesante en Paraguay que busca crear un espacio comunitario de aprendizaje y formar en valores a niños y niñas, utilizando como herramienta el fútbol.
Entre las varias actividades que desarrollan, me llamó la atención un experimento en particular a partir del cual trabajan el tema de la convivencia pacífica y la creación de condiciones para que cualquier actividad se desarrolle de manera armónica.
En la actividad, dos equipos de chicos inician un partido de fútbol con las reglas establecidas para este deporte. Sin embargo, en el transcurso del juego algunos de los jugadores –que forman parte del experimento– empiezan a jugar el partido sin tomar en cuenta las reglas, y sin que el árbitro haga nada al respecto.
Es decir, empujan la pelota con la mano, buscan cambiar el tiempo de duración del partido si van ganando, hacen más cambios de los permitidos inicialmente y cualquier otra cuestión que no estaba contemplada en las reglas de juego establecidas.
Como es obvio y natural, el juego que era al inicio un verdadero placer para los chicos se convierte pronto en algo tenso, aparecen los enojos, las frustraciones e incluso signos de violencia en alguno de los jugadores. En un ambiente así, rápidamente se esfuma la armonía.
En definitiva, cuando las reglas de juego iniciales no se cumplen a cabalidad, es inevitable la tensión, por decir lo menos, y la situación puede escalar hacia un caos total.
Ahora bien, las reglas de juego se pueden modificar por supuesto, y en el mismo juego-experimento se van planteando estas posibilidades, pero existen ciertas condiciones básicas que deben cumplirse para avanzar hacia el cambio de las normas.
Por ejemplo, intentar cambiarlas en medio del partido cuando el juego ya se está configurando de una manera determinada siempre va a generar conflictos y desacuerdos de todo tipo.
Un acuerdo mínimo entre todas las partes involucradas, con suficiente tiempo para discutir sobre las nuevas reglas que se quieren implementar, es una condición necesaria para generar los cambios que se pretenden legítimamente.
Este sencillo experimento genera un aprendizaje muy significativo para los chicos y se trata de educación cívica pura, de esa que necesitamos los ciudadanos para desarrollar prácticas democráticas que construyan cotidianamente una democracia de mayor calidad.
Pero también nos sirve para explicar lo que sucede actualmente en nuestro país, sumido en un ambiente de gran crispación política a causa de la tan mentada posibilidad de reelección presidencial.
El tema en sí merece, sin dudas, una nueva y profunda reflexión sobre las ventajas y desventajas de diferentes sistemas en el contexto y el tiempo actual que vivimos.
Sin embargo, todos debemos entender que los ciudadanos paraguayos establecimos unas determinadas reglas de juego en nuestra propia Constitución. Y una condición básica de pacífica convivencia social es sencillamente respetar dichas reglas de juego, aunque nos parezcan que están ya desfasadas.
Si se intenta desconocer estas reglas utilizando artilugios semánticos, populistas o de cualquier tipo, solamente estaremos creando un ambiente de tensión permanente.
¿Pero es legítimo tratar de modificar las reglas de juego en función a los nuevos tiempos que nos tocan vivir?
Sí, absolutamente. Pero debemos hacerlo respetando ciertas condiciones mínimas, como por ejemplo no intentar cambiar las reglas cuando el juego ya se ha iniciado y con jugadores que han ingresado al campo con las reglas anteriores.
Particularmente, creo que los paraguayos debemos pensar seriamente en reformar nuestra Constitución en varios aspectos, siendo solo uno de ellos el tema de la reelección. Pero debemos hacerlo con la suficiente madurez democrática y con una hoja de ruta mínimamente consensuada en la sociedad.
Como en el experimento de formación cívica de Partidí, o respetamos las reglas de juego incluyendo la forma de cambiarlas adecuadamente o iremos destruyendo la identidad del juego, con todo lo que eso implica.