La criminal gresca generada entre facciones de barrabravas del club Olimpia, el domingo, reflotó varias preguntas que una vez más quedan sin ser respondidas. Eso es al menos lo que parece estar sucediendo, puesto que no parece haber demasiado interés por responderlas, ni en ahondar sobre el tema que motiva los cuestionamientos.
Como ya ocurrió en otras ocasiones de violencia en los estadios, otra vez se “pasan la pelota” dirigentes, la Policía Nacional, el fiscal de la Unidad Penal Especializada en Seguridad y Convivencia de las Personas, el Ministerio del Interior, clubes, etc. sobre lo que ocurrió durante el frustrado partido de Olimpia y Sol de América en el estadio Río Parapití, de Pedro Juan Caballero.
Se vuelve a tomar distancia de los barrabravas y nadie se hace cargo del monstruo que, aunque se quede sin algunos de sus miembros, tiene la capacidad de regenerarse rápidamente y seguir creciendo. ¿Quién alimenta al monstruo?, ¿por qué se volvió incontrolable, peligroso y criminal?, y por último: ¿a quién conviene seguir contando con este tipo de hinchas?, ¿por qué y para qué?
Entre el domingo y el lunes este fue un asunto de amplio análisis. Hubo desde quienes desafiaron a los periodistas deportivos a mirar más allá de la justa deportiva y bucear en los lados oscuros que rodean a los grandes clubes de fútbol, hasta afirmaciones serias como la supuesta vinculación de algunos barrabravas con el narcotráfico, según el titular de la Secretaría Nacional Antidrogas.
La cuestión es que hay algo podrido del que muchos pasan de largo, simplemente tapándose la nariz. En tanto los que tienen responsabilidad directa para impedir que vuelvan a repetirse hechos que lamentar, fuera y dentro de los estadios, forman una comisión para dar continuidad a otra anterior que se había creado debido a un caso parecido. Ah, y con igual objetivo: prevenir la violencia en los certámenes de fútbol.
Policía, Ministerio del Interior, dirigentes de los clubes, Fiscalía, etc., ahora prometen encontrarse de nuevo antes de cada certamen para adoptar medidas preventivas. Esto durará un tiempo y luego se diluirá el compromiso.
Conociendo este esquema, las personas con antecedentes y hasta con orden de captura continuarán mimetizándose en las diversas facciones de hinchas organizados. La Policía seguirá admitiendo que se ve sobrepasada y que los filtros que realiza no son suficientes para evitar el ingreso de armas; y los barrabravas mantendrán sus disputas internas por el poder.
Dispondrán de autobuses, pases, armas y quién sabe qué más. Se autoproclamarán dueños de los clubes infundiendo temor en el resto de la sociedad. Total gozan del respaldo cómplice de quienes, una vez más, permanecen anónimos en este episodio de barbarie reiterativo. Ponerle fin pasa por buscar a los que alimentan a los barrabravas.