El barrio San Jorge de Villa Hayes es uno de los más humildes de la ciudad. Doña Marta Meza (52) está sentada con la cabeza gacha junto al ataúd de su hija Leticia Román Meza (19), en una de las dependencias de la modesta vivienda de material, de revoque reciente y suelo de tierra, próxima a la cruz de neón azul de la funeraria.
Doña Marta no se despega del lugar; ella asegura que está viviendo otro duro golpe de la vida (hace unos años perdió a otro hijo de 20 años, en un accidente de tránsito), pero junta fuerzas para pedir que se haga justicia con su hija.
Leticia Soledad Román, luego de pelear por su vida, falleció en la noche del lunes a consecuencia de una puñalada que recibió en el cuello, aparentemente a manos de su ex pareja, Freddy Aveiro Galeano, mientras esperaba un ómnibus, el pasado domingo, en Villa Hayes.
“Mi hija vivía amenazada por su ex pareja. Tenía mucho miedo de él. Queremos que el asesino de mi hija pague por 30 años por lo que hizo”, clama la madre.
Tanto la víctima como el principal sospechoso nacieron y crecieron en este barrio; vivían a solo unas cuadras uno del otro y eran amigos desde niños. Leticia era la cuarta de diez hermanos de la familia Román Meza. Su madre cuenta que no pudo terminar el colegio. Hasta el séptimo grado cursó sus estudios y luego tuvo que abandonar.
Su vida cambió por completo cuando conoció a Freddy. Desde que ella tenía 15 años él trataba de conquistarla, pero no fue hasta que cumplió los 18 cuando tuvieron una relación amorosa.
“Ella se embarazó al poco tiempo que ellos fueron novios. Luego convivieron seis meses. Él desde que eran novios luego ya le pegaba. No le dejaba hacer nada”, agrega doña Marta, que sostiene que no esperaba que cuando se despidió de su hija, en la tarde del domingo, sería la última vez que la vería con vida.
Noelia Román, hermana de Leticia, sentencia que la joven vivía prácticamente recluida y con miedo por las constantes amenazas que recibía de su ex concubino. “Ella trabajaba como empleada doméstica en San Lorenzo, sin retiro. Desde que tuvo a su hija, no hacía otra cosa que dedicarse a ella. Prácticamente no salía, porque tenía miedo de él”, explica. Al igual que su madre, se llena de impotencia cuando le viene en la conversación el nombre de Freddy Aveiro, también es conocido con el apodo de Turu. “Odio y rabia es lo que siento ahora. Jamás le voy a perdonar. Pero la justicia divina siempre llega. Espero que pague por lo que hizo”, reclama.
Reacciones. Los vecinos, indignados, hicieron sentir sus voces a través de las redes sociales. “Que se pudra en la cárcel”, fue una de las frases más fuertes que se pudo leer en internet de parte de una de las amigas de Leticia, refiriéndose a Turu, a quien apuntan todas las miradas.
El sospechoso negó haber apuñalado a su ex pareja y sostuvo que en el momento en que se dieron los hechos él se encontraba jugando al fútbol. Sin embargo, hay testigos que aseguran haberlo visto junto a su ex concubina en la tarde del domingo.