“Tempus irreparabile fugit”. El tiempo se escapa sin remedio, se esfuma inevitablemente. Tremenda verdad expuesta por Virgilio en La Eneida, en el siglo I a.C.
El año termina, y como seres con razón y libertad a disposición, resulta saludable y necesario mirar brevemente el retrovisor. No se trata de una mirada en negativo, sino una propuesta a evaluar con sinceridad y toque de autocrítica el tramo realizado. Colocarse de frente y con coraje a los acontecimientos, tanto de aquellos que nos dieron alegría como dolor, es siempre válido. Juzgar el camino recorrido, ayuda.
Y como dicen los especialistas, aprovechar el tiempo –factor clave de la existencia, pues sin él no somos– es cuestión de madurez e inteligencia. Nadie quiere perder algo valioso. Es como aquella persona que aprende a utilizar el dinero que a diario recibe sin esfuerzo alguno, así como los segundos, minutos y horas que transcurren casi sin darnos cuenta. Derrocharlo significa volverlo estéril. Se aplica al empresario como al vendedor de la calle, al agricultor como al enfermo en cama o joven estudiante. Al ser intangible e imperceptible, lo perdemos de vista, como tantas cosas esenciales “invisibles a los ojos”, a decir de Saint-Exupéry en El Principito. Urge detenernos para tomar conciencia de él.
“El tiempo me va matando”, reza una línea de la bella Zamba de mi esperanza, difundida por Los Chalchaleros, dejando claro que éste puede ser un aliado o un verdugo para el ser humano, según su circunstancia y la mirada hacia la propia vida.
Pero hay algo más. Para juzgar debidamente el tiempo es necesario valorar el instante, ese que a pesar de su aparente insignificancia guarda un tesoro cargado de energía para el corazón y la realización personal; ese que transitan la madre y el padre cambiando el pañal del niño, o aquel que experimenta el que tiende la mano a algún “herido” de la sociedad, porque también él se sabe tan herido como amado.
El 2017 se despide y nos desafía a desear un tiempo mejor. Estamos llamados a la esperanza, a esa certeza frente al futuro pero basada en una realidad presente. Una amistad operativa, un oculto y pequeño deseo de superación o el abrazo y la estima en medio de las adversidades y debilidades, propias y ajenas, bastan para confirmar este presente.
El tiempo pasa y cada uno tiene el reto de sacarle provecho, con justicia y verdad, para crear puentes, construir y avanzar; es decisión nuestra. Como siempre me lo recuerda un amigo en cada cumpleaños: “Que el tiempo no pase en vano, y que nuestra vida sea útil y bella para el mundo”. ¡Feliz Año Nuevo!