El terremoto del martes deja hasta el momento un saldo de cerca de 300 muertos. El protocolo luego de un terremoto ordena que posterior a los tres días la búsqueda de personas cese y la maquinaria empiece a recoger los escombros.
Pero desde el presidente Enrique Peña Nieto hasta el alcalde de la ciudad Miguel Mancera, las autoridades mexicanas han reiterado el compromiso de prolongar los esfuerzos hasta que se agoten las señales de vida.
En las ruinas de un edificio industrial cercano al centro histórico, uno de los 39 inmuebles colapsados, rescatistas se enfrentan al dilema extremo de seguir confiando en que haya vida o asumir que ya no hay nada que hacer.
“No tienen indicios de que haya alguien adentro, pero tampoco están tan seguros para descartar que haya alguien. La cámara que metieron no tiene todo el panorama”, explica a la AFP Daniel Quiroz, un voluntario de 22 años.
Héctor Anguiano, un jovencito de 18 años que también se sumó al rescate usando un mazo para romper escombros, explica que la idea de demoler es rechazada de inmediato por vecinos y curiosos.
“Dicen que ya no hay gente (sepultada), pero cuando quieren meter la maquinaria la gente se opone”, comenta Anguiano. Tras unos minutos de silencio y al grito de “¡uno, dos, tres!”, voluntarios y soldados van sacando con cuerdas trozos del edificio e incluso un automóvil.
Mancera aseguró que no se dará ingreso a maquinaria pesada en los puntos donde se sospeche de supervivientes, mientras que un conteo de la Marina indicó que, hasta el jueves, 115 personas habían sido rescatadas vivas y 88 ya fallecidas. Pese a ello, los rumores de que entrará maquinaria pesada para remover escombros, sobre todo en redes sociales, persisten.
Los expertos dan 72 horas promedio para que una persona atrapada en escombros tenga mayores oportunidades de sobrevivir, pero en otras tragedias, como en el terremoto del 19 de setiembre de 1985, que dejó más de 10.000 muertos en la capital, la resistencia humana superó expectativas.
En el barrio Roma, alrededor del que fue un edificio de siete pisos, numerosos familiares confiaban en que al menos una decena de personas seguirían vivas en una suerte de “burbuja de aire” preservada entre las ruinas.