05 may. 2024

Política sin principios

Alberto Acosta Garbarino, presidente de Dende.

Desde el ingreso de Horacio Cartes a la política paraguaya, su manera de actuar ha generado reacciones muy dispares en nuestra sociedad. Por un lado, hubo un sector que sentía un profundo rechazo hacia su estilo que evidenciaba su convicción de que en el Paraguay todo puede comprarse, incluyendo sus instituciones.

Por otro lado, hubo otro sector que veía con satisfacción su gestión, especialmente por la incorporación de gente joven y valiosa a su gabinete y por el marginamiento de los operadores políticos en su gobierno. Para ese sector que apoyaba a Cartes, él personificaba la frase: “El fin justifica los medios”, hasta que en ese comportamiento de llevarse todo por delante incluyera a... la propia Constitución.

Su intento de reelección menospreciando la Constitución –comprando dictámenes jurídicos favorables y votos en el Congreso– tuvo la reacción de un amplio sector de la sociedad, que hasta ese momento apoyaba su gestión o se mostraba indiferente. Fue impresionante ver cómo antiguos miembros de la Asamblea Constituyente, prestigiosos abogados, conocidos periodistas e importantes líderes de opinión se opusieron firmemente al atropello.

Pero tenemos que reconocer que los dos principales líderes de la oposición a la intención de Cartes fueron Mario Abdo Benítez y Efraín Alegre. Ellos en el Congreso fueron los que estuvieron en la “cancha” e hicieron posible la derrota del intento de violación constitucional, hecho lamentablemente repetitivo por parte de varios ex presidentes. La bandera enarbolada por todos los sectores de la oposición fue el principio de que una República solamente es posible con el respeto a las leyes y la principal ley es la Constitución.

También esa bandera del principio de respeto a la institucionalidad fue la que utilizó Mario Abdo Benítez para derrotar al candidato de Cartes en las internas del Partido Colorado y también fue la bandera utilizada por Efraín Alegre para ganar ampliamente la interna de su partido. Dicen que un hombre sabio es aquel que en sus acciones consigue un equilibrio entre sus principios y sus intereses. Si uno se guía exclusivamente por sus intereses puede convertirse en un Al Capone, pero si uno se guía exclusivamente por sus principios puede convertirse en la Madre Teresa.

El liderazgo de Cartes estuvo basado exclusivamente en intereses: “Atropella las instituciones, pero hace cosas”, mientras que el liderazgo o el discurso de Marito y de Efraín parecían estar basados en principios: el respeto a las instituciones. Sin embargo, esa percepción de un liderazgo basado en principios se vino abajo con el comportamiento de ambos dirigentes al iniciar sus respectivas campañas para las elecciones nacionales.

Era entendible que Marito con el interés electoral de evitar una división del Partido Colorado negociara con Cartes el “abrazo republicano”, pero es inentendible que le dé tanto protagonismo en su campaña electoral al presidente derrotado. De la misma manera era entendible que Efraín necesitara la alianza con los sectores de izquierda para tener alguna chance electoral, pero es inentendible que haya arriado totalmente sus banderas liberales para adoptar el discurso del aliado minoritario.

Evidentemente ambos han renunciado a sus principios, aliándose sin mayores condiciones a personas y sectores de los cuales los separan convicciones diferentes y con quienes tuvieron ásperos enfrentamientos en el pasado.

Eso les resta autoridad moral y eso explica la enorme apatía que reina en estos momentos en el electorado, que de mantenerse hasta las elecciones de abril, nos llevará a altísimos niveles de ausentismo.

El Paraguay necesita urgentemente un liderazgo ético que lo conduzca a la reconstrucción moral de su tejido social, y de alguna manera ambos candidatos presidenciales –Marito y Efraín– lo tuvieron hasta las elecciones internas de sus partidos. Pero lo perdieron para estas elecciones nacionales al negociar con sus detractores, cediendo sus principios a cambio de sus intereses.

Recordemos que el liderazgo ético negocia intereses, pero principios jamás.

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