28 mar. 2024

Plato de río

Buceando para dentro, Vida conversa con las trabajadoras de los comedores de Remanso. Un relato que pinta cómo está actualmente esta autóctona referencia gastronómica a orillas del río.

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Revista Vida

Cuando cae el mediodía, la tranquilidad de la mañana costera del río Paraguay da paso a la llegada incesante de vehículos en la zona del Puente Remanso. Los que vienen tienen un objetivo concreto: darle su merecido a un plato hecho a base de pescado fresco. La oferta del menú es variada, al igual que los comedores que ofrecen el almuerzo diario.

“Adelante, amigo. Acá tenemos una linda vista hacia al río”. “Vení pues, che karai, rico es nuestro caldo”. “Señora, pasá pues acá”. Esto es lo que dicen los dueños y encargados de los locales, lanzando el espinel de sus ofertas. Entre quienes intentan pescar a los clientes para su negocio, está Perla Oviedo, propietaria del comedor que lleva su nombre y de tradición pesquera. Ella fue una de las pioneras en esta parte del río Paraguay, toda una referencia a la hora de saborear sus frutos.

En la orilla

Perla cuenta que, como muchas personas que actualmente tienen un comedor, ella empezó en este negocio con la venta de peces. Algunos clientes que iban a comprar sus productos se preguntaban por qué no existía en la zona un comedor, como ocurre en otras partes del mundo.

Fue así como se inició en su propio negocio, con sus primas. “Eso pasó como hace 12 años, aproximadamente. Ofrecíamos caldo y pescado frito”, recuerda esta mujer, que tiene una sonrisa y vitalidad contagiantes, además de una capacidad única para graficar sus dichos.

Aún con una vista magnífica al río, Perla rememora que el lugar no reunía las condiciones necesarias. “Usábamos el frente de una casa ajena para empezar con los comedores. Empezamos a probar con este negocio y por suerte todo salió bien. Luego las otras primas salieron y comenzaron a levantar sus propios locales”, describe. En la actualidad, son más de una decena de lugares donde se ofrece el menú de diversas especies de pescado.

El sitio no solamente da buena comida, sino que también genera sustento para muchas personas. Según calcula Perla, alrededor de 120 personas se benefician de manera directa con la actividad de los comedores. La cifra corresponde a aquellos que trabajan en los negocios, las vendedoras de pescado y los que comercian la materia prima para preparar los alimentos. “Es como una cadena que realizamos entre todos”, detalla. La atención en estos lugares no conoce de pausas, y se realiza de lunes a lunes y de 6.00 de la mañana a 17.00.

Otros ingredientes

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La propietaria del negocio detalla que los días laborales, la mayor parte del movimiento se da al mediodía, pero los fines de semana los clientes llegan desde las 6.00 de la mañana. Muchos vienen en busca del pira caldo, que sirve de antídoto para mitigar los efectos de la resaca.

“Esos son los días en que más gente viene, además del Viernes Santo. También aumenta la cantidad de personal en los comedores. Nosotros, acá (su negocio), solemos trabajar cuatro personas, pero sábado y domingo estamos entre siete”, cuenta Perla.

Con este trabajo ella pudo sacar adelante a su familia, tres hijas de 22, 18 y cinco años. “Esto no deja tantas ganancias, pero da para que los hijos estudien y puedan salir adelante”, agrega y comenta que las dos chicas mayores la ayudan el bar.

El sitio en conjunto no tiene un nombre propio, por lo cual la denominación de “comedores de Remanso” ha quedado como una referencia para identificarlo. Perla cuenta que hace unos cuatro años fueron beneficiadas con el proyecto Kuña Kyre’ỹ, que fue llevado adelante por la Gobernación de Central, Organización para Promoción del Desarrollo (Propade) y la Embajada de Australia. Las trabajadoras que forman parte de la Asociación de Vendedoras de Pescados recibieron herramientas, capacitación y ayuda para obras de infraestructura en sus locales.

Los llegados

Fue como cliente y se quedó para probar suerte. Toti Cartamán era un habitué de los comedores de Remanso. Luego de salir de su trabajo, como mozo de un pub asunceno, iba a reponer energías a estos lugares. Ahora, casi un mes después, ha decidido apostar en esta zona a su propio local: el comedor Piraverá. “Estamos implementando un nuevo estilo de negocio. Un salón bien lindo, limpio, donde hacemos énfasis en su higiene, pero el sabor es el tradicional de estos lugares”, explica y señala que los clientes ya van conociendo su negocio.

Es una opción, no una obligación. Se puede disfrutar de un número artístico con los músicos que recorren las mesas. El arpista Gabriel Domínguez lleva hace más de una década, su música a los comensales de 11.00 a 14.00. “Algunas veces hay buena ganancia y otras no pasa nada”, cuenta al hablar de los vaivenes de su día a día. Sus clientes mayormente piden guaranias, señala. “Me gusta estar acá porque suelen venir personas que quieren escuchar música paraguaya”. Gabriel menciona que el relacionamiento con las trabajadoras es bueno, ya que entre todos colaboran. “Que la gente venga a disfrutar de la buena comida y la buena música”, invita.

Saliendo a flote

El río, compañero y proveedor del sustento diario, también puede convertirse en un enemigo. Esto fue lo que ocurrió el año pasado, cuando las aguas cubrieron toda la zona que alberga los comedores. “Tuvimos que mudarnos a un predio que nos prestó una señora. Ahí se iba la gente, pero no tanto, porque se busca estar a orillas del río. Los clientes iban y entraban en el primer comedor que encontraban”, recuerda Perla.

Daniel Ávila, del comedor El Dorado, fue uno de los pocos que se quedaron en el lugar. Rememora que improvisaron puentes con tablas para que la gente pudiera llegar hasta su negocio. “La verdad, pasamos mal. Pero ahora que bajó el agua, volvemos a tener mucha gente todos los días”, refiere Daniel, cuyo local, de dos pisos, es una invitación a disfrutar de la brisa, con un surubí al roquefort, una de las opciones de su menú.

Además de estos inconvenientes, algunos de los locales fueron saqueados. Tal es el caso de la señora Natividad Romero, propietaria del comedor que lleva su apellido, quien relata el perjuicio que le causó la crecida del río. “A mí me llevaron mi techo. Ahora lo estoy reconstruyendo de a poco”, dice y comenta que las autoridades le dieron algunas chapas. Perla explica que fue escasa la ayuda que recibieron y que la reconstrucción de sus locales corre por cuenta de los propietarios.

La carnada

Pero el pedido más inmediato a la Municipalidad es que el camino que pasa frente a los comedores sea de doble vía. Este no es solo un pedido de las propietarias, sino también de los clientes. Para llegar hasta el sitio existe un solo camino, que resulta angosto para los vehículos que se desplazan en ambas direcciones. La solicitud –ya hecha al Municipio– es que se pueda contar con una entrada por un lado y una salida por el otro. “Ya hablamos con el intendente, y nos dijo que cumplirán. Ojalá esté listo el camino para Semana Santa”, dice Perla, con la esperanza de que la promesa se cumpla, por la gran cantidad de clientes que llega en esas fechas.

Otro pedido, que significará una mayor inversión en infraestructura, es la construcción de un muro de contención. La señora Romero suma un deseo más: la habilitación de baños públicos. Había uno pero la creciente lo inutilizó y no fue reparado. Es necesario tanto para los clientes como para las personas que trabajan ahí y no cuentan con un sanitario en su local.

El levantamuertos

El menú incluye preparaciones diversas de pescados, que pueden variar de acuerdo a cada comedor. En el de Perla, los ansiosos comensales disfrutan de una cazuela a G. 35.000. También tienen como opción el caldo de surubí a G. 10.000 y medio plato por la mitad de ese precio. La milanesa normal cuesta G. 25.000, y la napolitana, 30.000. “Pero son milanesas como la oreja de un elefante”, grafica a su modo.

“Está el soyo de piraña, que le decimos el levantamuertos, y sale G.10.000 un plato. Las mujeres que se quejan de que el novio no anda, que le traigan para que pruebe esta comida. El purete es”, dice Perla, riendo. Y refuerza la estrategia publicitaria al decir que “sale más barato que el viagra, porque ese te rompe el corazón, pero nuestra comida lo alegra”, señala y estalla en una carcajada, dejando ver esa picardía de quienes se han recibido en la escuela de la vida.

Texto: Carlos Elbo Morales / Fotos: Fernando Franceschelli.

Cena con peces

Los comedores de Remanso también tienen la opción de ir a disfrutar de un rico plato a la noche, el tercer sábado de cada mes, cuenta Perla Oviedo. “Por las vacaciones, comenzamos en marzo. Hacemos publicidad para que cualquiera de los 12 comedores puedan abrir esa noche, desde las 21.00", señala la propietaria, agregando que esta actividad ya la realizaron unas cuatro veces. “Le encanta venir a la gente a probar lo que cocinamos humildemente. Además, le ponemos la decoración con los candelabros que hacemos de cosas recicladas”, refiere. Las personas interesadas en conocer la próxima cena pueden informarse en la fanpage Kuña Kyre’ỹ comedores de Remanso.

Apostar al desarrollo

Un anhelo es que la zona pueda convertirse realmente en un sitio turístico. Según describen los propietarios y encargados de los negocios, los extranjeros, además de alabar la comida, admiran esa vista al río. Por ello, esperan que las autoridades nacionales apunten al desarrollo de este sitio. Mientras tanto, ponen todo su empeño en la atención a los clientes. “Nosotros no aprendimos en ninguna escuela de cocina, sino por nuestra cuenta. Ponemos nuestro mejor esfuerzo para que la gente que viene se sienta como en su casa”, señala Perla.