EFE
Así lo atestigua la exposición “Tous à la plage” (Todos a la playa), que se exhibe en el Palais de Chaillot de París hasta el próximo 12 de febrero y que, por primera vez, traza la historia de las ciudades balneario del siglo XVIII desde sus orígenes en el Reino Unido hasta hoy.
A mediados del siglo XVIII, para una gran parte de la clase aristocrática europea, acostumbrada a vivir en la ciudad -lejos del mar-, la playa era un destino de lujo al que solo se viajaba cuando lo aconsejaban los médicos.
Más de 400 obras, documentos, mapas, maquetas y fotografías presentadas al público dan fe de ello. Una compilación que descubre la invención del balneario en 1730, en las costas británicas, y muestra su evolución hasta nuestros días.
Filmes como “To catch a thief” (“Atrapa a un ladrón”, 1955), del estadounidense Alfred Hitchcok, instantáneas del famoso fotógrafo de la revista “Glamour” Lionel Kazan, o pinturas de James Webb y Georges Earl -todos con una mirada al mar como objetivo común- nutren el paisaje veraniego que da color a la exposición.
Que las playas como las conocemos hoy están muy lejos de ser lo que fueron en sus inicios “no es algo evidente”.
“Al principio no solíamos bañarnos, era una práctica sobre todo médica. Ir al balneario estaba prescrito bajo ordenanza médica para poder deshacerse de la ansiedad de la ciudad”, aclara a Efe la comisaria de la exposición y directora del museo, Corinne Bélier.
Los doctores habían descubierto “las virtudes curativas del agua de mar” para ciertas enfermedades y para “mejorar la salud” en general. Pero de la prescripción médica no se tardó mucho en ver las cientos de posibilidades recreativas y de lucro que escondían las costas.
Las élites urbanas europeas, enriquecidas por el comercio y el impulso industrial, tomaron como pretexto la contaminación de las grandes ciudades y se volcaron hacia los viajes a las aguas termales y los balnearios.
“El balneario -explica Bélier- acaba relacionándose muy rápido con el placer, el juego, la música, el ir a pasear o al casino. El balneario entonces aspira a construir verdaderas ciudades”.
Las costumbres playeras de los británicos se propagaron rápidamente durante el siglo XIX -período de oro del balneario- a lo largo de las costas del Canal de la Mancha y del Mar del Norte.
De ahí a otras zonas, la creación de grandes centros de balnearios en litorales como los de Barcelona (España), Marina di Massa (Italia), Ostende (Bélgica), Mohammédia (Marruecos) y, hasta Arziv (Israel), por ejemplo, no tardó en llegar.
Una transición que, llegada la industrialización que acompaña a la globalización, trajo la instalación de enormes rascacielos, hoteles exclusivos y piscinas de agua dulce justo donde rompen las olas.
Casi 300 años más tarde de su surgimiento, la evolución de los balnearios continúa. Y así lo reflejan en la muestra artistas y arquitectos como el belga Vincent Callebaut, que imagina los del mañana más como una isla flotante autosuficiente en el medio del mar que como las actuales estructuras bañadas a los pies del agua.