28 mar. 2024

¡Paraguay, fuittt fiuuu!; ¡Paraguay, fuittt fiuuu...!

Arnaldo Alegre

23 de junio de 2030. La Nueva Nueva Olla está por reventar. El severo invierno de 30º pone a los europeos al borde del desmayo. Pese a estar auxiliados con drones de aire acondicionado, estos mentan al diablo diciendo que hasta en Catar 2022 el clima fue más benigno. Paraguay, por primera vez, recibe un evento de semejante tamaño: la inauguración de la Copa del Mundo. Y pese a los contratiempos inimaginables, es una hermosa fiesta, al menos para los gustos locales.

El camino no fue fácil. La idea surgió bajo la presidencia de Horacio Cartes, quien con sus contactos regionales y futboleros, logró concretar el sueño. Tomó la posta su delfín, Santiago Peña, quien ni bien ganó la presidencia se transformó en un tiburón que devoró al mentor e imprimió un programa modernizante y privatista a espaldas del partido que lo llevó a la presidencia.

Agobiado por los colorados, Peña se alió con los liberales, quienes lo recibieron como uno de los suyos. Tomó medidas inesperadas que fortificaron la economía y el combate real a la corrupción le granjeó la simpatía ciudadana. Esto posibilitó mantenerse por tres periodos consecutivos, aprovechando la reforma de la Constitución. Nunca aprendió a hablar en guaraní y aún resuenan sus épicas palabras en el dulce idioma vernáculo: “Che rakuiterei”, cuando quiso decir que tenía calor y se entendió que tenía otro tipo de calor. Se salvó por lindo, como toda su vida.

Concretar los detalles del Mundial fue una tarea ciclópea. Los argentinos prometieron que 20 partidos iban a jugarse en Paraguay. Primero se redujo a 10, luego a 5 más la inauguración. Pero lograron manejar la televisación, el márketing y otras operaciones comerciales.

Con la reventa de entradas, la comercialización global de chipa y los cuidacoches –obviamente estos últimos certificados por argentinos– los paraguayos quedaron felices.

La esperanza paraguaya era Pedrinho González, la primera estrella brasiguaya del fútbol nacional que aprendió a meter goles en los sojales de Capiatá. Lastimosamente, la otra esperanza, aunque algo mayorcita, Paulo Da Silva, dejó la selección dos años antes.

Las obras públicas fueron el gran legado del Mundial, pese a la oposición de Acero Zuccolillo, quien conectado a un robot ambulancia seguía actuando como el ya poco creíble canciller de la honestidad. Otros dos superviaductos fueron inaugurados, aunque es imposible circular por ellos por el atasco infernal. Los taxis voladores son carísimos.

Son las 12.00 del 23 de junio de 2030. Todo es fiesta. El ¡Paraguay fuittt fiuuu! atrona en el país. Posdata: Mejoramos muchas cosas, excepto nuestro previsible himno deportivo.