Los capos narcos casi nunca conceden entrevistas periodísticas, ni se exponen en forma pública, salvo que se vean en apuros y necesiten enviar algún mensaje con urgencia.
Probablemente es lo que le pasa al señor Jarvis Chimenes Pavão, que en forma sorpresiva rompió su acostumbrado silencio y perfil bajo, al aceptar multiplicar su voz y su imagen en las portadas de un importante diario y en las pantallas de uno de los principales canales de televisión.
Hasta hace poco, Jarvis era el verdadero patrón de la cárcel de Tacumbú, donde guardaba reclusión desde el 2009. Desde una celda vip que más se parecía a una suite del Sheraton manejaba libremente sus negocios y daba órdenes... hasta que algo sucedió.
Fue el asesinato de otro capo narco, Jorge Rafaat Toumani, el pasado 15 de junio, en Pedro Juan Caballero, donde los atacantes hicieron gala de un poder de fuego pocas veces visto, al usar una ametralladora antiaérea que dejó como colador a un potente y lujoso vehículo blindado.
El presidente Horacio Cartes reaccionó. Como si recién se enterase de que el capo narco gozaba de tantos privilegios en la cárcel, ordenó que le saquen las comodidades y lo trasladen a la Agrupación Especializada de la Policía. Luego se habló de un plan de Jarvis para matar a Cartes y al presidente del Congreso, Robert Acevedo.
Hagamos un corte y pasemos a otra escena: Una “reunión reservada” en la sede del Congreso Nacional, entre el fiscal general del Estado, Javier Díaz Verón; el ministro del Interior, Francisco de Vargas, el comandante de la Policía Nacional, Críspulo Sotelo, y varios senadores.
Supuestamente, lo que allí se habló debía quedar en secreto, pero pronto se filtró que el senador Eduardo Petta propuso decretar un indulto para dejar libre a Jarvis en Paraguay (aun le queda un año de cárcel aquí) y pueda ser extraditado rápidamente al Brasil (donde le esperan 8 años de prisión), como un modo de librarnos del “problema”.
En ese contexto surgen las entrevistas periodísticas con Jarvis y sus “revelaciones” de que el Gobierno de Cartes le pidió ayuda a un capo narco para liberar a un secuestrado por el EPP, y que además aceptó que este financie la compra de equipos para la Fuerza de Tarea Conjunta. En seguida viene el chantaje: si lo extraditan al Brasil, mostrará documentos que prueban la vinculación del Gobierno con el poder narco.
Nunca antes los nexos de un Gobierno y de dirigentes políticos con el narcotráfico quedaron tan expuestos. En estos días, la película Paraguay, droga y banana muestra cómo se fue construyendo un sistema de narcopolítica desde la época de la dictadura, y cómo la mayoría no hizo nada por evitarlo. ¿Qué vamos a hacer para que el poder narco no acabe destruyendo este país?