29 mar. 2024

Nos han dado la tierra y la literatura de Rulfo

Sergio Cáceres Mercado – sergio209@lycos.com

Aquel gran crítico literario español que fue Guillermo de Torre se preguntó en un libro "¿existe la literatura hispanoamericana?”. Tal pregunta encabezaba un apartado de su libro Claves de la literatura hispanoamericana, publicado en 1959. De Torre, residente desde hacía muchos años en Buenos Aires intuía que a la literatura de por acá le estaba por suceder algo importante, le estaba por llegar su mayoría de edad. Como muchos, todavía no había oído hablar de Juan Rulfo, quien en 1953 publicó su libro de cuentos El llano en llamas, y luego en 1955 su novela Pedro Páramo. La mayoría de edad ya le había llegado a la literatura de América y varios como De Torre aún no lo sabían pero lo adivinaban de alguna manera.

Otro, por esa época, en las mismas condiciones era el colombiano Gabriel García Márquez. En un famoso artículo confesaba que habiendo llegado a México justo el día en que Hemingway se suicidaba, 2 de julio de 1961, “no solo no había leído los libros de Juan Rulfo, sino que ni siquiera había oído hablar de él”. Eran tiempos donde la globalización no tocaba aún a las noticias literarias, sin redes sociales, blogs ni corporaciones de mass media, y menos el márketing editorial de hoy.

“Año tras año, comenta el especialista en la obra rulfiana José Carlos González Boixo, las ediciones de sus libros fueron aumentando al mismo tiempo que la estimación literaria de su autor, particularmente cuando al final de la década de los años 60 la narrativa hispanoamericana alcanza ese prestigio que hoy se le reconoce mundialmente”. El “mito literario” llamado Juan Rulfo empezaba a consolidarse.

No era para menos. Los cuentos y su novela tenían una raigambre que luego será característica de la narrativa latinoamericana que estaba naciendo en esos días. Solo como ejemplo, mencionemos que el mismo año en que El llano en llamas ve la luz, también otro libro de cuentos célebre aparece en las vitrinas de las librerias: El trueno entre las hojas, de Augusto Roa Bastos.

Otro conocedor de la obra de Rulfo, Carlos Blanco Aguinaga, indica que los lectores de aquellos cuentos se preguntaban "¿Quién es Juan Rulfo? ¿Por qué escribe lo que escribe, tanta desolación, esa prosa tan severa y cargada de dolores, soledad y violencia?”. No era para menos. La narrativa latinoamericana (o hispanoamericana como gustaba decir a De Torre) estaba dando un gran salto en el mundo y el reflejo de la región no tenía más remedio que reflejar las miserias de un continente que sufría secularmente.

Aquellos personajes oscuros, que hablan quedito, más próximos a la muerte que a la vida, solo podían surgir de la realidad latinoamericana que Rulfo conoció en carne propia. Luis Harss dice: “Rulfo escribe el epitafio de esas tierras. El llano en llamas es una áspera oración fúnebre por una región que expira. La cubren como un paño mortuorio las nubes la fatalidad. Pétreas son las horas, amargas las desilusiones, y la regla general es la resignación”.

En este mes, en el que México y muchos otros países lo recordarán para celebrar su centenario, no quería dejar pasar la ocasión para honrar la imagen de este escritor que tanto deleite nos ha dado a través de su dolida y denunciante narrativa. Gracias por tanta buena literatura.

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