No existen dudas de que el gran tema político de este año 2016 será el intento de modificar nuestra Constitución para permitir la reelección presidencial.
Cada cinco años el presidente de turno, con mayor o menor énfasis, ha coqueteado con la idea de modificar nuestra Carta Magna, no por la vía de la reforma como dicen claramente la letra y el espíritu de la misma, sino por el atajo de una simple enmienda constitucional.
El problema es que año tras año se van “acumulando” ex presidentes que tienen mucho interés en volver a competir y el procedimiento de la reforma constitucional es muy engorroso y requiere mayorías de dos tercios en ambas Cámaras del Congreso para poder convocarla.
Hoy existen varios candidatos potenciales muy importantes –Nicanor, Lugo, Cartes– que verían con buenos ojos una modificación constitucional por la vía de una simple enmienda, para la cual se necesita de la aprobación de solamente el cincuenta por ciento de los miembros de las Cámaras.
Hace unos días, en un verdadero “sincericidio”, el senador de la ANR Víctor Bogado le dijo a un periodista que “todo es matemáticas”, es decir, que si se tienen los votos se puede interpretar la ley como uno desea.
Esta desafortunada expresión me hizo recordar al filósofo argentino Santiago Kovadloff que dice que ser contemporáneo no significa haber nacido “por azares del destino” en un determinado tiempo, sino que ser contemporáneo significa “poder entender el tiempo que uno vive”.
También dice Kovadloff que la mayoría de los líderes políticos de nuestra América Latina no han entendido que el cambio de la Edad Media a la Era Moderna ha sido justamente el paso del absolutismo del rey, donde el poder estaba por encima de la ley, a una democracia constitucional, donde la ley está por encima del poder.
Y en una democracia, la ley suprema es la Constitución, porque en la misma se reflejan los grandes acuerdos nacionales producto de una magna Asamblea Constituyente. Ser custodios del cumplimiento de la ley por parte de “todos” los ciudadanos, es el rol fundamental de un Poder Judicial independiente.
Usando la expresión de Kovadloff, muchos de nuestros políticos no son personas “contemporáneas”, es decir, no entienden que en una democracia la ley está por encima del poder y que no todo es cuestión de “matemáticas”.
No puede ser que una simple mayoría circunstancial en el Congreso se permita derogar capítulos constitucionales que garantizan los derechos civiles, políticos, económicos y sociales de los ciudadanos.
Como tampoco puede ser que una simple mayoría modifique un gran acuerdo nacional de “dictadura nunca más”, que está plasmado en esta prohibición constitucional de no permitir la reelección presidencial.
Esta vez el riesgo de que se produzca un atropello constitucional es muy alto; primero, porque son varios los actores políticos interesados y que pueden tener los votos para modificar la Constitución por la vía de la enmienda; y segundo porque estamos lejos de tener un Poder Judicial independiente que pueda actuar como freno para las apetencias de los políticos de turno.
Qué lejos estamos del Brasil, donde los políticos también por “matemáticas” quieren destituir a la presidenta Dilma Rousseff, pero un Supremo Tribunal Federal independiente, les ha puesto los límites y los procedimientos para hacerlo.
Claramente, el tema del año 2016 va a ser el intento de ciertos grupos políticos de modificar la Constitución vía enmienda para permitir la reelección presidencial.
Si viviéramos en una democracia constitucional plena no estaría preocupado, porque habría una ciudadanía atenta y un Poder Judicial independiente.
Pero este no es el caso del Paraguay, donde todo es opinable y donde todo es cuestión de “matemáticas”. Donde el poder está por encima de la ley, como en la Edad Media.