El golpe que el grupo de delincuentes del EPP asestó a la Fuerza de Tarea Conjunta desató una serie de comentarios entre nuestros políticos, donde la más sintomática fue la del senador Carlos Núñez al expresar su añoranza por el dictador Alfredo Stroessner. Su reducido análisis jamás dará cuenta de que la existencia de semejantes asesinos es producto de la miseria en que nos dejó la corrupción stronista.
Núñez pidió el destierro de los comunistas y a los pocos días se identificaron los restos de Soler, torturado y asesinado hace cuarenta años por los enviados de Stroessner. Así fueron tratados los comunistas y otros que pensaban distinto. ¿Queremos eso de vuelta? Muchos no.
Pero también hay varios como Núñez que piensan igual, empezando por nuestro presidente Horacio Cartes y el ex presidente del Congreso Nacional, Mario Abdo Benítez, que han reivindicado la figura del dictador y su gobierno en más de una ocasión. Ambos “líderes” colorados están enfrentados por el momento, pero los une la nostalgia y el amor a un tiempo y situación que los convirtió en las personas poderosas que son ahora.
A Cartes y Marito la neurociencia aplicada a la política califica como lineales y de mente abierta, respectivamente. Al menos esto lo dice un supuesto experto en el tema del márketing político, disciplina siempre concentrada en la oferta del político como producto de consumo, como objeto a ser ofertado a los votantes del momento, pero que muy poco se concentra en la moral de sus clientes.
Estos políticos podrán tener virtudes que el marketinero político explotará al máximo, pero una vez elegidos y en el poder, demuestran no tener escrúpulos, reivindican sin ruborizarse un pasado que fue de terror para muchos como Soler, y dejó en ruinas nuestro país, convirtiéndolo en caldo de cultivo para guerrillas como el EPP.
La ciencia del márketing bastardea una disciplina tan noble como la neurociencia para conseguir más clientes y a la vez estos conseguirse más votos. Por suerte, hay otras ciencias que también progresan, como la antropología forense; mediante ella se ha identificado a víctimas del terror stronista y al mismo tiempo se demuestra que esa época nunca fue tan bondadosa como la quieren pintar los Núñez, Cartes o Benítez.
Solo una certeza nos queda: hay que trabajar mucho aún para que la idea de que el stronismo fue lo peor que le pudo pasar a nuestra nación se instale en nuestros compatriotas. De lo contrario tendremos más autoridades de moral tan baja, que pasados por el tamiz del márketing político engañan a la gente para conseguir sus votos y mantenerse en el poder.