Es cierto. No es ninguna novedad la larga tradición cívica de los muertos en los comicios paraguayos. Votaron y por lo que vemos seguirán siendo tan entusiastas mientras existan políticos vivos que los resuciten, incluso para cambiar ilegalmente la Constitución. Como no pueden objetar la pertinencia o no de la enmienda porque están muertos, los vivos tienen distintos pretextos. Desde que los infiltrados del bando opositor hicieron el trabajo sucio dejándolos en ridículo luego de haber presentado de manera orgullosa y con uniformes blancos más de 300.000 firmas peticionando lo imposible hasta el argumento de que lo hicieron mal por entusiastas. Todo mal en definitiva.
Cada vez que buscaban justificar lo ilegal se complicaban aún más. Quisieron evitar el escándalo, pero presionados por la opinión pública y la prensa tuvieron que dar acceso a las planillas a regañadientes y de manera parcial. Sabiendo perfectamente el delito que habían cometido, saltó uno que afirmó que en realidad había más de 60.000 firmas y dedos pulgares falsos –a confesión de parte, relevo de pruebas–, pero que solo requerían 30.000 legales, hasta la expresión inteligente del diputado Barrios –siempre brillante desde sus tiempos de militante stronista– quien afirmó: “Qué tanto si nadie murió”. Claro, después saltaron los nombres y documentos de activos y entusiastas desde los cementerios hasta casi alcanzar dos mil de manera parcial. Llamaron paraguayos en el exterior enojados porque sus nombres figuraban en la planilla sin haber jamás consentido eso y alguna extranjera que no podía estar en ella por su misma condición de origen. En esto de que los muertos también votan se nota que han colaborado desde instituciones, donde los documentos deberían ser resguardados y protegidos, como Inmigraciones o Identificaciones de la Policía. La Fiscalía quiso evitar responsabilidad al inicio, aunque al final presionada por las circunstancias, creó una unidad especial de investigación, que estamos seguros jamás llegará hasta los responsables de tamaño escándalo jurídico y político.
Cada día que pasa esto de la enmienda hunde aún más en el descrédito a quienes la promueven. Como si no fuera suficiente la complicidad de Cartes, Lugo y Llano, otros senadores, como Filizzola o Esperanza Martínez, han decidido sepultar lo poco de capital político que les sobraba en esta aventura violatoria que no repara ni en la memoria de los muertos. Están cavando su propia fosa y en el camino metiendo en un cajón funerario a la misma República. Les importa un comino el futuro del país. Ya encontrarán la manera de huir del escarnio y repudio que este acto ilegal y escandaloso los ha tenido como cómplices y coautores. El cortejo fúnebre del país no repara en nada y la vergüenza personal es secundaria ante los beneficios crematísticos que esta aventura les reportará.
Mientras el presidente de la República volaba a los Emiratos y desde ahí a Davos para concluir visitando al papa Francisco, aquí en esta tierra cuyas “costumbres no tienen nada que se parezca a otra nación”, los muertos, deudos, ausentes y extranjeros figuraban en planillas ilegales ante la desvergüenza y caradurez de unos cuantos que de blancos solo tenían la ropa cuando presentaron las negras, ilegales y escandalosas planillas de la reelección gritando al unísono en su interior: ¡Qué vivan los muertos!