Y la victoria no se reemplaza por nada, es la verdad, el hincha que acudió ayer al Feliciano Cáceres, abrazado a su bandera y con el receptor de su radio pendiente de lo que pasaba en Sajonia, se despidió con mucha euforia, hasta dejando escapar algunas lágrimas. El fútbol tiene estas cosas y hacen vibrar a los fanáticos.
Pero cuando hablamos de sufrimiento, permítanme clasificar a un sufrimiento nivel Cerro Porteño, porque cuando el hincha del Ciclón asiste a la cancha, pasa por todos los momentos y sentimientos posibles. Desde la emoción con el recibimiento del equipo, de la arenga a sus jugadores a pesar de dar un mal pase, de soportar el gol del rival, mirar al cielo y preguntar al desconocido de al lado: “¿Cuánto está Olimpia?”, hasta estallar las gargantas y abrazar a todos con un gol del Memo Beltrán cerca del final.
sacrificio. Conociendo el nivel de los jugadores de Cerro, desde estas líneas siempre vamos a exigir una mejor exposición de juego en la cancha. Ayer hubo algunas ráfagas de buen juego, buenas asociaciones del medio hacia adelante. Fabbro estuvo en su día y puso buenos balones a los jóvenes de arriba, que por cierto, tanto Borja como Díaz estuvieron dinámicos. La defensa, a pesar de algunas dudas, pasó la prueba. Pero lo más notorio y digno de reconocer que se vio ayer fueron las ganas de ganar y soñar aún con la posibilidad del título.
El Ciclón pedía una posibilidad y ahora depende de sí para gritar campeón.