30 abr. 2025

Lula y el populismo

Guido Rodríguez Alcalá

Si el Poder Judicial no se lo impide, Lula será el próximo presidente del Brasil; en todo caso, es el candidato con mayor intención de voto.

Un amigo mío dice que las masas no saben lo que les conviene y por eso prefieren a personas como Lula. Yo no estoy tan seguro de que sea así, y me baso en el libro que me regaló mi amigo Francisco Doratioto: Historia concisa do Brasil, de Boris Fausto (versión actualizada).

Si este reconocido historiador brasileño tiene razón, en tiempos de Lula se vivía mejor. Aparentemente la tiene, y la gente compara lo de entonces con lo de ahora, el gobierno neoliberal de Michel Temer, con crisis económica, recorte de salarios, de programas sociales y una corrupción que se tolera.

Durante el gobierno de Lula (2003-2010), el salario mínimo subió un 60% en términos reales, dice Fausto. También aumentó el empleo: entre 2004 y 2009, se crearon en promedio 1.500.000 puestos de trabajo; el promedio bajó a causa de la crisis económica de 2008-2009, provocada en los países desarrollados y que alcanzó a todo el mundo. Sin embargo, el Brasil, como China y la India, fueron los que mejor enfrentaron la crisis, que no deja de ser un mérito.

El aumento de los salarios y de los puestos de trabajo se vio acompañado por una redistribución: el aumento de los ingresos reales benefició al 60% de los más pobres y al 12% de los más ricos entre 2002 y 2009. Siguieron existiendo las desigualdades, pero se las redujo considerablemente en esos ocho años, y los brasileños lo recuerdan.

Recuerdan también que, en esos ocho años, se entregaron tierras a 600.000 familias agricultoras, y que el programa llamado Bolsa Familia, que llegó a 12 millones de familias, benefició sobre todo a las más pobres, a las del Nordeste.

Bolsa Familia consistía en dar plata a los pobres para que mandaran a sus hijos a la escuela pagando la ropa, los útiles y la comida. Los opositores dijeron que eso era soborno: dar dinero para conseguir votos.

Sin embargo, el derecho a la educación está consagrado en la Constitución brasileña, el Gobierno estaba obligado a reconocerlo, y Lula cumplió la ley. La educación a nivel medio y superior también se vio favorecida por el líder tildado de populista: los sueldos de los profesores universitarios aumentaron.

¿Esos programas sociales arruinaron las finanzas públicas? No, las finanzas se sanearon, aumentaron las exportaciones y las inversiones extranjeras.

Aquel no fue un sistema de extrema izquierda, sino hasta cierto sentido conservador, pero que benefició a las masas. Favorecerlas no está en el programa de los enemigos de Lula, los de la BBB (Biblia, bala, boi), los agroexportadores de la extrema derecha evangélica, que sueñan con los tiempos de la dictadura militar.

El pueblo no está de acuerdo y prefiere a Lula.