1. Reducen uno de los peores tipos de contaminación
Un árbol reduce la llamada materia particulada en su entorno entre un 7% y un 24%, según un estudio que acaba de publicar el centro The Nature Conservancy. Este es uno de los contaminantes más graves en el aire de las ciudades.
Se trata de un problema verdaderamente global. La Organización Mundial de la Salud (OMS) incluso señaló este año que cerca del 90% de la población mundial que vivía en centros urbanos en 2014 estuvo expuesta a niveles de material particulado que excedieron las recomendaciones de la organización.
El estudio destaca que en calles de mucho tráfico los árboles deben plantarse bien espaciados para impedir que las copas reduzcan la circulación del aire.
2. Reducen la temperatura hasta en 2 grados centígrados
El impacto de los árboles en la temperatura es crucial, dado que las olas de calor matan cerca de 12.000 personas al año y dificultan la vida de millones, según el estudio. “El cambio climático hará que el impacto de estas olas de calor en las ciudades sea aun más severo”, advierte el documento.
La OMS estima que para el año 2050 las muertes anuales por olas de calor en la ciudades podrían llegar a 260.000, a menos que los centros urbanos tomen medidas para adaptarse a las nuevas condiciones.
“Muchos estudios científicos han demostrado que la sombra de los árboles, además de la transpiración durante la fotosíntesis, contribuyen a reducir la temperatura del aire y consecuentemente el consumo de electricidad para aire acondicionado”, afirma la investigación de The Nature Conservancy.
3. Aumentan el bienestar psicológico
Un estudio ya célebre liderado por Roger Ulrich en la década de los 80 comparó a pacientes en un hospital en Pensilvania que habían sido operados de la vesícula. Aquellos en habitaciones con vista a árboles se recuperaron más rápidamente que los que tenían ventanas que daban a edificios. Y un estudio reciente de Gregory Bratman y colegas, en la Universidad de Stanford, midió el impacto en el cerebro de caminar durante 90 minutos en la naturaleza.
Un grupo de control, que caminó en cambio cerca de calles con mucho tráfico, mostró un aumento en la actividad de “rumiar” críticamente sobre uno mismo o eventos del pasado, un patrón negativo de pensamiento vinculado a la depresión.
El estudio también escaneó el cerebro de los participantes, y constató que los que caminaron en la naturaleza mostraron una menor actividad en la zona de la corteza prefrontal subgenual, una región del cerebro asociada al pensamiento de autocrítica y a comportamientos de aislamiento social comunes en quienes rumian en exceso.
La importancia de los árboles en las ciudades no puede ser subestimada. Más teniendo en cuenta que actualmente el 54% de la población mundial es urbana y este porcentaje llegará a 66% en 2050, según Naciones Unidas.
“En muchas ciudades el departamento de salud está por un lado y el de árboles por otro”, dijo Rob Mc Donald, uno de los autores del estudio publicado por The Nature Conservancy.