EFE
“Israel utilizó estos cincuenta años para quedarse con todo nuestro territorio y destruir la solución de dos estados. Está acabada”, lamenta Ziad Hamouri, abogado y director del Centro de Jerusalén para los derechos Legales, Sociales y Económicos.
Los palestinos aceptaron en los Acuerdos de Oslo (1993) construir su Estado en solo el 22 por ciento de la Palestina histórica, afirma, y añade que ahora Israel no les daría “ni siquiera un 12 por ciento”, por lo que ve imposible el establecimiento de un Estado palestino.
“Es la ocupación más larga de la historia moderna”, dice Ishaq Albuderi, de 72 años y director de la Sociedad de Estudios Árabes, un centro de documentación e investigación establecido en 1980.
“La guerra empezó el 5 de junio y en tres días las tropas israelíes entraban en la Ciudad Vieja”, donde él vivía, “y el Ejército jordano abandonó el territorio. Desde entonces vivimos bajo ocupación. Israel se anexionó Jerusalén Este y empezó a aplicar sus leyes y a cambiarlo todo: el sistema educativo, legal, económico. Desde el primer día trataron de “judaizar” la ciudad”.
Recuerda aún la Alcaldía de Jerusalén Este, cerca de la puerta de Yafa, en la vieja ciudadela amurallada, que es hoy un edificio israelí, y asegura que “tomaron hasta los hospitales”.
“Empezaron a cambiar la identidad de la ciudad y a construir asentamientos judíos” en Jerusalén Este, en Cisjordania y, más tarde, en la Franja de Gaza.
Israel abandonó unilateralmente las colonias de Gaza en 2005, pero las de Jerusalén Oriental y Cisjordania continúan y en ellas residen ya cerca de 600.000 colonos (según la ONG israelí Paz Ahora), a los que se suman a otros 23.000 en el Golán sirio, también ocupado.
La ONU ve los asentamientos como uno de los principales escollos para alcanzar la paz, aunque Israel lo niega y recuerda que abandonar Gaza sirvió para aumentar la violencia contra su estado.
En Cisjordania, la ocupación es gestionada por un organismo militar, que controla la seguridad y también los asuntos civiles en buena parte del territorio (el 60 %, la llamada Área C), mientras que en Jerusalén no hay tropas porque Israel se anexionó el este de la ciudad en 1980, en una decisión no reconocida por la comunidad internacional, y la considera territorio soberano.
Las consecuencias de la ocupación toman mil formas, pero el común denominador es que la población se siente gobernada por unas autoridades que no son las suyas y que, además, considera enemigas.
“Israel derriba casas palestinas casi cada semana, no da permisos de construcción a los árabes. En Jerusalén cambiaron los nombres de las calles, que llevaban cientos de años, por nombres judíos y nos prohíben usar nuestra bandera. Echan a la gente para poner asentamientos. Ocupación significa que no tienes libertad, pueden llevarte a prisión cuando quieran, pueden cambiar tu vida de un día a otro, controlan todo lo que te afecta”, explica Albuderi.
Una situación que, asegura, alimenta el odio hacia el ocupante y no cesará hasta que haya paz.
Otra consecuencia de la ocupación fue la progresiva separación de las poblaciones palestinas en Gaza, Jerusalén y Cisjordania, que cada vez tienen más difícil encontrarse, especialmente con la Franja bajo bloqueo, y los impedimentos para que jerosolimitanos puedan traer a sus cónyuges a su ciudad si se casan con un cisjordano, en territorio adyacente.
El muro que Israel construye en Cisjordania agravó los problemas de movilidad y confiscó tierras palestinas o dejado a propietarios separados de ellas.
"¿Qué libertad tenemos? Cuando cruzas un puesto de control militar y sufres la humillación y los insultos; que te dejen tres o cuatro horas esperando sin motivo, entonces comprendes lo que es la libertad de movimiento”, se queja Hamouri.
Según él, la ocupación se centró en dos aspectos: “tomar el control de la tierra y solucionar lo que Israel llama el problema demográfico”, es decir, lograr una mayoría judía en lo que los sectores más extremos llaman el Gran Israel, toda la tierra entre el Mediterráneo y el río Jordán.
“Hoy los palestinos viven en islas rodeadas de asentamientos: lograron judaizar y controlar muchas tierras”, denuncia.
La comunidad internacional es tajante en su condena y en su apoyo a la solución de dos estados, con la línea de armisticio de 1949 (que hizo de frontera hasta 1967) como base.
Pero las negociaciones no han dado frutos en dos décadas y los palestinos se sienten abandonados por un mundo que, creen, no ha hecho lo suficiente para librarles de una ocupación que dura ya medio siglo.