Fotos: Javier Valdez / Gentileza
Son jóvenes menores de 30 años que llegaron al mundo en democracia y prácticamente con la tecnología a cuestas. ¿Pero qué tienen de especial estos chicos que sucedieron a los baby boomers y a la generación X? Que buscan romper los moldes con respecto a la sociedad tradicional —esa en la que se criaron nuestros padres— para vivir experiencias diferentes.
A temprana edad han logrado posicionarse en puestos jerárquicos o emprender proyectos personales, demostrando que es posible una nueva forma de liderar. Inspirar más que dar órdenes. Esa sería la consigna. Su cultura democrática, su preocupación por el ambiente y todo su entorno, el cambio en la concepción de liderazgo y su interconexión constante hacen de ellos personajes distintos.
Vida habló con tres jóvenes referentes de la generación millennial, esa que trabaja más por una satisfacción personal y profesional que por un salario. Esa que se preocupa no solo por hacer carrera laboral, sino también por su entorno social. Esa que busca generar incidencia y dejar su huella en el mundo. Ellos nos cuentan sus experiencias.
Crecer sin miedo
“Mejor intentarlo, aunque fracases”. “Que el miedo no sea una excusa”. Estas frases son muy familiares para Leticia Alonso, una chica de 25 años que a su corta edad se desempeña como gerente comercial de un centro de compras en Lambaré. Ella es comunicadora y desde los 22 años viene liderando equipos de trabajo y proyectos. Hoy encabeza un equipo de casi 80 personas. Pero antes trabajó en televisión, prensa y radio, hasta que encontró un espacio en el marketing para continuar escalando.
Desempeñarse en un cargo gerencial siendo mujer y tan joven es un desafío. Muchas veces, su edad genera una barrera con gente que la supera en años y en antigüedad dentro de la empresa. “Lo más difícil es que, por más que yo esté a la cabeza del grupo, soy la menor de todos. El desafío es doble, porque muchos compañeros tienen más experiencia que yo. Entonces tengo que saber combinar eso con las ideas de negocios que tengo. Es una lucha diaria, pero se trabaja bien porque logramos formar un equipo que se volvió muy amigo”, resalta.
Hay todo un preconcepto sobre los jefes jóvenes, que hace que siempre estén bajo el ojo público, expectantes a que puedan fallar. Y el hecho de ser mujer tampoco pasa desapercibido. “Cuando asisto a reuniones, por lo general me saludan última a mí y cuando me presento como gerente y me ven más chica y de contextura pequeña, pareciera ser que no pueden creer”, asume.
Según la consultora Humanize Consulting, el jefe millennial tiene un modelo mental distinto, que no se trata solamente de una diferencia de edad, sino que también tiene que ver con un tema de actitud. Y es que los nuevos jefes no conciben ese modelo de autoridad vertical y jerarquizado en el que convivían nuestros padres. Para ellos no existe nada como el trabajo colaborativo y la generación de lazos. “No creo en eso de que en el trabajo no hay que hacer amigos. La parte emocional es muy importante para esta generación”, agrega Leticia, que ya está casada desde hace cuatro años.
Y hablando de esto, surge otro tema controversial para ella: los hijos, que los parientes empiezan a reclamar. “Tenemos esa presión, porque vengo de una familia muy tradicional y conservadora, pero lo que me queda claro es que no quiero hijos antes de los 30. Siento que primero tengo que sentirme bien yo para después empezar a vivir por otra persona”, explica. Otra muestra más de que el clásico terminar una carrera, trabajar, comprarse una casa, casarse y tener hijos no es el funcionamiento clásico de esta generación. “Los millennials no seguimos con esa estructura. Para nosotros puede pasar todo eso, pero en cualquier etapa”, considera. Tajante.
Empoderarse con la tecnología
“Siempre tuve la libertad de elegir. En mi casa nunca me pusieron barreras”, es lo primero que dice Gabriela Gaona, ingeniera informática, desde su oficina en Codium, empresa que se dedica al desarrollo de software. La sorpresa es que allí la batuta está compartida entre mujeres informáticas de menos de 30 años. Gabriela (27) es una de ellas. Y junto a Javier Pérez, Vanessa Cañete, Verena Ojeda, Nahuel Hernández, Rodrigo Parra y Jorge Ramírez, todos compañeros de facultad, crearon la empresa hace tres años para crecer como desarrolladores y ser sus propios jefes.
Como toda millennial, Gaby demuestra estar dispuesta a romper los esquemas. “Muchas veces el problema está en la casa, porque no se fomenta la participación de las mujeres en ciencias y tecnología. En este rubro —como en otros tantos— ser joven y de sexo femenino es un doble desafío”, añade. Si bien casi siempre formó parte de equipos donde ella era la única mujer o había una más y todos los demás eran hombres, asegura que siempre se sintió cuidada y respaldada por sus compañeros. Pero reconoce que se ve mucha segregación en una entrevista de trabajo cuando toca contratar a una persona encargada del desarrollo de software: se tiende a confiar más en un técnico hombre que en una mujer. Codium cuenta en su plantel con un 30% de mujeres y un 70% de hombres que se dedican al rubro del desarrollo. Y de los casi 20 profesionales con que cuenta, ninguno supera los 30 años. Pero también la edad puede jugar en contra. “Una vez, un compañero del equipo fue en representación de Codium a hablar con un potencial cliente. En ese momento estábamos compitiendo con otra empresa que le pertenecía a un informático de más de 35 años. El cliente fue claro con nosotros. ‘¿Qué tenés vos para que yo pueda contratarte si sos tan joven?’, nos dijo. Es como que buscan que solamente tus años de experiencia te avalen. Pero al final, uno se gana la confianza por la capacidad y el trabajo y nosotros terminamos ganando a ese cliente”, rememora.
Ni jefes ni jerarquías. El trabajo colaborativo parece ser el estandarte del liderazgo de esta generación. Fomentar una empresa diferente donde todos se sientan a gusto. “No tenemos horario fijo ni uniformes, trabajamos más por objetivos. Acá tenemos la filosofía de que todos tenemos que ayudarnos en todo. Si alguien se queda estancado en algo, tiene que sentirse libre de preguntar y todos tenemos que tener la predisposición de ayudar. Compartimos los conocimientos que tenemos, para que todos aprendamos y sepamos lo mismo”, asegura.
Gabriela acaba de llegar de Estados Unidos, donde estuvo durante un mes y medio realizando una pasantía en una empresa parecida a su emprendimiento. Asistió como parte del Young Leader of America Initiative Ylai, un programa dirigido a jóvenes emprendedores de Latinoamérica y el Caribe. “Me fui a aprender mucho de gestión empresarial y de empresas de informática. El programa intenta que te traces metas, para que a través de la pasantía puedas aprender, por un lado, y por el otro, alcanzar esos objetivos. Ahora me toca transmitir a mis compañeros lo aprendido y tratar de aplicarlo a Codium”, destaca de su experiencia.
De momento, su prioridad pareciera ser el trabajo. Sus planes a futuro abarcan nuevos proyectos laborales y lograr el empoderamiento de las mujeres a través de la tecnología. “En la mayoría de las casas a las nenas le dan la Barbie y a los nenes el autito, el robot o el control remoto. Pero no tiene que ser necesariamente así, la tecnología es abierta para todos, es un instrumento para lograr algo. Yo nunca tuve esa limitación de estereotipo”, afirma. Confianza y decisión.
Emprender con compromiso
Santiago Campos Cervera solo tiene 22 años y ya es emprendedor social. Ese perfil ya lo sacó a relucir cuando tenía 13 años. Su primer amor fue la tecnología, pero el problema surgió cuando descubrió que los dispositivos que le gustaban eran muy costosos, por lo que a esa edad y con ayuda de su papá —su “gran mentor”—, armó una empresa de compra y venta de equipos informáticos sobre pedidos; y cuando obtuvo los equipos que quería, empezó a estudiar más sobre tecnología. Emprendedor prematuro.
Actualmente trabaja como coordinador en Koga, una empresa social a la que dedica la mayor parte de su tiempo. Paralelamente está iniciando un emprendimiento de innovación política para Latinoamérica y también es cofundador de Sistema B Paraguay, una organización que se encarga de promover la comunidad de empresas de tipo B en la región. Como si fuera poco, forma parte del directorio de la organización Enseña por Paraguay y de la comunidad Singularity University. Extenso currículum para tan temprana edad.
Su otra gran pasión la descubrió gracias a su participación en movimientos juveniles. “Trabajando con jóvenes de todo el país pude conocer en primera persona muchas de las problemáticas sociales y ambientales e impulsar procesos de participación ciudadana. Así entendí lo importante que es para mí la generación de impacto positivo. Fue desde esos lugares que tomé la decisión de darle el mejor uso a la tecnología en todo lo que hago, para tratar de dar las mejores soluciones a esas problemáticas”, revela, visiblemente comprometido.
Santiago confía plenamente en el liderazgo “desde la colaboración y el trabajo en equipo”. Y cuando habla de equipo se refiere al trabajo de equipos internos y externos.
La creencia generalizada de que los millennials priorizan una buena experiencia laboral por encima del salario le genera dudas. Para él es posible ver el trabajo con una mirada más integral, que nos de la capacidad de conectar lo que amamos y lo que hacemos bien con lo que hace bien al mundo, y que también nos genere ingresos. Operar desde el propósito, le llama él.
Pero como ocurre con la mayoría de los jefes o emprendedores jóvenes, Santi también se topó con algunas barreras en el camino, entre ellas, la edad. “Nunca dejé que eso me paralizara o me impidiera dar lo mejor de mí. Pero también tengo que reconocer que muchas veces yo, como joven, juzgué o descalifiqué a personas por ser mayores o por sentir que eran muy cerradas a cosas nuevas. Pero hoy miro todo eso y veo que aprendí que la gran riqueza está en que todos, independientemente de la edad, el origen o las capacidades, tengamos algo significativo que aportar”, señala.
No existe una receta o clave para el éxito. Actualmente este término podría redefinirse. “A mi criterio, una persona ya no puede considerarse exitosa solo porque a fin de año su balance económico fue positivo. Creo que en esta época, todos estamos obligados a construir desde la integración emprendimientos y economías más humanas y sistemas sociales más inclusivos. Pero también tenemos que aprender que hay nuevas maneras de organizarnos, más justas y acordes al tiempo y las herramientas de las cuales disponemos”, opina el emprendedor.
Santi está convencido de que más allá de las estructuras, esta nueva forma de liderar no es una cuestión meramente generacional. “Es importante que todos asumamos que probablemente nos cuesta trabajar con generaciones diferentes a la de uno, sobre todo a nosotros, que nacimos con la tecnología en el ADN. Asumir que no sabemos o que nos cuesta esto, nos abre el aprendizaje como un colectivo”, concluye.
Sí, cuando la mentalidad cambia, hasta las generaciones cambian.
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Más que dinero, apego
“Es difícil que el millennial se afiance en un trabajo, a no ser que desarrolle ese amor por la empresa y por lo que hace, que se ponga la camiseta. Muchas veces, no importa el sueldo que perciba sino la satisfacción que sienta al estar en el trabajo. No es una persona estática, investiga mucho y siempre está buscando algo mejor”. Leticia Alonso.
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“Estamos en la mejor época de la historia de la humanidad para vivir y trabajar. Nunca antes tuvimos tantas herramientas a disposición para la generación de soluciones, en donde la riqueza económica es consecuencia de un impacto social y/o ambiental positivo. Nunca antes nos fue tan posible como hoy construir un modelo de negocios desde el propósito”. Santiago Campos Cervera.
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