A plena luz del día, guardias privados con armas automáticas procedían a cerrar una de las calles más céntricas de la ciudad de Pedro Juan Caballero, en la frontera con Brasil, cortando el tráfico para que un lujoso vehículo con vidrios oscuros ingrese al fortificado garaje de un establecimiento comercial.
El operativo de pistoleros civiles se realizaba a la vista de efectivos de la Policía Nacional y de agentes de tránsito, que no intervenían para evitar la privatización –o más bien usurpación– de las funciones que corresponden a fuerzas de seguridad del Estado.
Cuando amigos pedrojuaninos me describieron la escena, hace algunos meses, creí que era una más de las muchas leyendas urbanas en la región, hasta que la pude ver con mis propios ojos. Pregunté quién era el personaje tras los vidrios oscuros, con poder para manejar un ejército privado y adueñarse impunemente de calles y avenidas. Fue cuando nombraron al empresario Jorge Rafaat Toumani, “uno de los grandes dueños de la frontera”.
El nombre de Rafaat, generalmente manejado con cautela y bajo perfil en la prensa local, cobró notoriedad en estos días, vinculado al caso del misterioso camión blindado azul detenido tras un tiroteo en la línea fronteriza entre Pedro Juan y Ponta Porá, y el posterior hallazgo del mayor arsenal clandestino de armas de guerra en el barrio Villa Aurelia de Asunción.
Aunque las versiones se contradicen y hay muchos detalles por aclarar, los investigadores creen que una célula de la organización criminal brasileña Primer Comando Capital (PCC) pretendía atacar la fortaleza de Rafaat, y fue neutralizada por los guardias de su pequeño ejército.
Rafaat habló este viernes con radio La Voz del Amambay y admitió haber ordenado a sus custodios perseguir al camión, en otra usurpación de la función policial. Desmintió al comisario Miguel Ayala sobre el tiroteo entre policías y ocupantes del blindado, cuestionando que “la policía llegó tarde”. Entonces, ¿entre quiénes fue el tiroteo que causó la muerte de un motociclista que pasaba por el lugar?
Lo terrible es comprobar cuánto está creciendo la violencia del crimen organizado, volviéndose dueña no solo de las zonas de frontera, sino de gran parte del país.
Tráfico de armas y drogas en volumen colosal. Dueños de ejércitos privados que operan con mucha impunidad. Narcopolítica y corrupción que no retroceden, a pesar de los esporádicos operativos y discursos del Gobierno.
Mientras, aquí seguimos discutiendo y peleando sobre limpiavidrios y cuidacoches.