En algunos países, nacer niña es una condena. En muchas sociedades con costumbres atávicas inalterables las nenas están vedadas del acceso a la educación, son obligadas a contraer matrimonio en plena infancia, o sometidas a la mutilación genital (ablación del clítoris) para evitar que sientan placer. En situaciones de guerra, las niñas son víctimas de violaciones y convertidas en esclavas domésticas. Hasta en los campamentos de refugiados se convierten en blanco de agresiones.
Son las principales víctimas de trata de personas con fines de explotación sexual, sobre todo, cuando crecen en condiciones de marcada desigualdad y pobreza. Condiciones que arrastran cuando se convierten en mujeres, como resultado de la falta de oportunidades y de vigencia de sus derechos humanos.
En Paraguay, hasta el presente, aunque en menor proporción, son esclavas domésticas bajo el rótulo de “criaditas” en casas de familias pudientes que las traen del campo para, supuestamente, educarlas y cubrir sus necesidades.
Tal como está diseñado el mundo, las nenas llevan las perder. Fácilmente se las convierte en objetos sexuales.
En condiciones económicas favorables están condenadas a demostrar permanentemente que son capaces de...
En las sociedades machistas las nenas son preparadas para servir y someterse al hombre.
En fin, no es fácil ser niña.
Por eso, qué interesante la campaña que vimos operativizarse ayer con niñas de comunidades del interior y de los Bañados de Asunción que asumieron como máximas autoridades de instituciones públicas y privadas, por un día. La intención de la iniciativa, que se enmarca en el Día Internacional de la Niña, establecido por las Naciones Unidas hace 5 años para celebrarse cada 11 de octubre es sensibilizar a la gente para que las niñas y adolescentes crezcan libres de violencia y en igualdad de oportunidades.
La campaña Por ser Niña, de la Organización Plan Internacional promueve la consigna de que “invertir en las niñas es la clave para la reducción de la pobreza y la mejora de la sociedad”.
La apertura de las empresas privadas e instituciones del Estado que ayer recibieron a las nenas para que de manera simbólica hicieran de ministras, parlamentarias, intendenta o gerentes es plausible.
Pero lo sería aún más si redoblaran los esfuerzos para convertir al Paraguay en un país menos discriminativo, más equitativo, con mejor educación pública y gratuita para todos los niños. Con un sistema de salud pública de primer nivel, y con políticas que garanticen la participación femenina plena, no en determinado porcentaje, o solo por un día.