Lejos queda ya 2003, cuando la banda de Little Rock (Arkansas) lanzó “Fallen”, el disco que les puso en el primer plano de la música mundial, pero el conjunto estadounidense demostró que mantienen intacta su esencia.
Conscientes de que entre ese primer largo y el día de hoy hubo mucha inactividad y proyectos que no igualaron la calidad del primero, el grupo norteamericano abrió el concierto con dos buques insignia de la banda como “Everybody’s fool” y “Going Under”.
Las más de 15.000 personas que abarrotaron el recinto conectaron rápidamente con el grupo y Lee soltó su vozarrón al piano, tan característico de los de Arkansas y tan omnipresente durante todo el concierto.
La vocalista, única que se mantiene de la formación inicial, interrumpió su carrera por la maternidad y dedicó unos años a componer música para niños, una experiencia que marcó su época reciente y que explica el devenir de la banda, que hoy cerró una gira por Brasil, Argentina y Chile.
“Me abrió el corazón, me volvió una persona más sensible, lo cual es loco porque ya lo era bastante. Me siento una mujer más fuerte, empoderada. Amo ser madre y se me rompe el corazón cada vez que tengo que dejar a Jack por el trabajo”, confesaba la cantante a un medio argentino hace unos días.
El paréntesis le ha venido bien, porque Lee sentó cátedra y dejó claro que sigue marcando diferencias con esa voz, cálida o fría según convenga, siempre poderosa.
El grupo, apoyado en la potencia de las guitarras metaleras, desplegó poco a poco el repertorio de sus seis discos, que han vendido más de 25 millones de copias a lo largo de los 22 años de carrera de la banda.
Mención especial a “Haunted”, “Made of stone” o “A new way to bleed”, que contienen todos los ingredientes que lanzaron a un grupo llamado a hacer historia en el heavy metal gótico y que parecían haberse quedado a medio camino.
La oscuridad, la tristeza y el desamor continúan presentes en una de las bandas que más influencia tuvo en el panorama “emo” de principio de los 2000, si bien en el escenario gozan de una vitalidad destacable.
Esa energía crecía aún más cuando Amy Lee interpretaba éxitos antiguos, como “‘My immortal” o “Call me when you’re sober”, que transportaban años atrás a un público ecléctico, formado por los que en su momento bailaron sus primeros temas y los más jóvenes, seducidos por esa música que se ajusta perfectamente a los vaivenes de la adolescencia.
Y entonces llegó el cierre, el momento más esperado, ese “Bring me to life” (tráeme a la vida), en el que Amy Lee y sus chicos resucitaron definitivamente y desvelaron que si el pasado fue brillante, en su mano está labrarse un futuro aún mejor.