Lógicamente, lo de en llamas, de este título es una metáfora, por la intensidad, el fragor y la constancia de la lucha reivindicativa que se despliega desde hace más de 2 semanas en la Plaza de Armas frente al Congreso Nacional.
Primero llegaron los campesinos y después los cooperativistas. Más tarde se sumaron los estudiantes y docentes. Ahora otros sectores de ciudadanos también se van adhiriendo. El gran Público del país no entiende lo que pasa. Los medios de comunicación, esos que los estudios llaman la gran prensa comercial, hablan muy poco de ellos. Solo publican de vez en cuando los atascamientos en el tráfico que provocan las espontáneas marchas en la capital; y de cómo eso molesta a los conductores. Y de vez en vez alguna referencia mínima de la concentración y de pasada que los reclamos son la condonación de la deuda de los pequeños productores campesinos e indígenas y el fortalecimiento de la agricultura familiar; y la derogación de la Ley del IVA (impuesto al valor agregado) a las cooperativas. Después, de vuelta lo molestos que son para el vecindario en el centro.
Hace 2 semanas y pico está el campamento instalado con carpas y hules. Cada noche hay festival de resistencia, como ellos mismos mencionan, y la gente se acerca. Unas 10.000 personas –según los convocantes y 5.000 según la Policía– están circulando permanentemente por el lugar reclamando atención del Gobierno de Horacio Cartes. Este, hasta ahora, solo respondió con agresiones verbales.
Hoy se espera que en el Parlamento aborden los temas que generan la movilización. Hay quienes dicen que sí tratarán, y quienes dicen que no. A los parlamentarios no les interesan estos temas de los sectores porque no tienen poder económico.
Mientras el silencio de la mayoría de los medios sobre lo que ocurre en la plaza se mantiene, los congresistas prefieren ocuparse de sus secretarias y demás particularidades vip; el presidente Cartes solo atiende a sus amigos empresarios y ganaderos; y en la Plaza de Armas aumenta la concurrencia. Sube de tono el discurso y la intranquilidad. La solidaridad de otros sectores sociales se vuelve más visible y parece que habrá en breve una multitud mayor reclamando más cosas al Gobierno cuyos casos de corrupción movilizan a muchos sectores en contra.
La plaza está que arde. Y la indolencia del poder puede terminar siendo el principal combustible para hacer arder una protesta cuyo impacto puede ser impredecible.