09 ago. 2025

La ignorancia racional

Por Arnaldo Alegre

Al diputado Carlos Portillo y al intendente de Ypejhú Vilmar Acosta no les unen ni el cras ni los estupefacientos ni el partido político ni la estupidez ni la criminalidad. Les une el elector, ya que están en sus puestos porque fueron elegidos con todas las de la ley. Y la culpa no es solamente del sistema electivo.

El cientista político brasileño Marcus André Melo, en una reciente entrevista con la revista Veja, habla de un concepto que sirve para entender cómo un ciudadano vota: la ignorancia racional.

La figura tiene su raíz en los estudios económicos y significa, someramente, que una persona toma una decisión obviando informaciones fundamentales por el simple hecho de que el beneficio de esa decisión no compensa el esfuerzo que se debe tomar para captar toda la información requerida.

Melo explica que “en la hora del voto el elector medio hace un cálculo racional de su situación salarial y profesional. Él pesa la calidad de vida, de los servicios y su sentimiento con relación al gobierno, y hace las cuentas. Dentro de sus limitaciones, su voto es coherente. Es lo que llamamos ignorante racional”.

El elector promedio piensa, pero en sí mismo. Razona con el estómago, no con el cerebro. Por eso rinden frutos los eslóganes populistas como los criollos “No patees tu olla” o “El trabajo en primer lugar”, cuando era una elección de constituyentes.

El voto del ignorante racional muestra su profundo anacronismo cuando más consolidada es una democracia. Todo era más fácil cuando en un acto electivo había un enemigo claro. La antinomia democracia contra autoritarismo o continuismo contra alternancia hacía más fácil la decisión del votante. Al ser más avanzada la democracia la decisión del votante debe ser lo más sensata e informada. Y ahí se genera el problema.

Melo agrega que este tipo de electores no comprende las sutilezas de la macroeconomía o de la democracia.

“Como el elector medio no conoce profundamente cómo funcionan las políticas públicas, tampoco puede juzgar su sustentabilidad a través del tiempo”, añade el cientista.

Explica que esta carencia se debe a que al elector le falta la noción del “cálculo intertemporal”. Es decir que este solo actúa pensando a corto plazo y no tiene capacidad de ver lo que produce su voto más allá del acto electivo en sí mismo.

Por eso le da lo mismo si su voto le sirve a un idiota o a un narco.

El especialista sostiene que la única manera de adquirir conciencia y cambiar la situación es con educación.

Con algo de suerte nuestros nietos aprenderán a votar. Ojalá sea antes.