19 abr. 2024

La historia de los yaguaretés Chaco y Luna que vivían en mansión asuncena

Fue la casualidad la que los trajo a Asunción. Chaco y Luna, dos yaguaretés, llegaron desde el inhóspito Chaco paraguayo para vivir durante algunos años en una mansión sobre la avenida Mariscal López.

Gatito.  Manuel Battilana Peña usaba un guante de cuero y camisas mangas largas  para  jugar con los yaguaretés.

Gatito. Manuel Battilana Peña usaba un guante de cuero y camisas mangas largas para jugar con los yaguaretés.

Sobre la avenida Mariscal López se levanta una mansión, que imita a la de la película Lo que el viento se llevó. Ahí vivieron por algunos años dos yaguaretés del Chaco. Esta es la historia de los felinos.

Manuel Battilana Peña y su esposa vieron el film cuando vivían en la ciudad de Buenos Aires. El matrimonio paraguayo volvió al país y aquí, don Manuel pudo hacer realidad la promesa que había hecho a su esposa: construirle una casa igualita a la mansión donde vivía Escarlata O’Hara. La casa quedó terminada en 1969, y ahí permanece desde entonces, en la esquina de Mariscal López y Kubistchek.

Pero ¿cómo llegaron dos yaguaretés a vivir en pleno Asunción? La respuesta nos la da el nieto de Manuel, Juan Manuel Battilana, quien comparte la historia y sus recuerdos.

Tres tristes tigres. En la propiedad de los Battilana en el Chaco estaban haciendo la mensura; el agrimensor vio a un yaguareté y lo mató. Pero resultó que era una tigresa y que para más estaba pariendo. Los dos pequeños yaguaretés se habían quedado sin mamá y no podían ser regresados al monte. Así es como terminaron en Asunción.

Sucedió en 1991, “nos encariñamos con Chaco y con Luna, y no queríamos llevarles al zoológico para que estuvieran en una jaula, nosotros les teníamos ahí en la casa. En esa época no había internet, pero empezamos con mi abuelo a buscar un lugar a donde llevarles, y no era fácil en esa época encontrar”, relata Juan Manuel Battilana.

Durante cuatro años buscaron ese lugar ideal para los tigres, en ese tiempo murió Chaco y Luna quedó sola. “Chaco llegó a tener 140 kilos y Luna llegó a los 90. Nosotros le dábamos carne, pero resulta que el pobre Chaco llegó a estar tan pesado con 140 kilos que se descaderó y murió descalcificado”, explica. El yaguareté tiene un pequeño memorial con una fuente en el patio de la casa.

Finalmente encontraron un lugar para Luna, un zoológico en cautiverio en Sáenz Peña (Chaco argentino) donde vivió muchos años.

Juan Manuel Battilana recuerda con cariño a la yaguareté que prácticamente formó parte del círculo familiar. “La verdad es que nunca tuvimos ningún problema, nunca atacaron, eran supermansos, yo les daba de tomar biberón, porque ellos llegaron de meses. Después uno se encariña con estos felinos pero no son domesticables; y la pobre venía y quería jugar pero así nomás te hacía y sus garras eran más filosas que un bisturí. Mi abuelo se ponía guantes cuando jugaba con ellos, y se ponía mangas largas”.

Con nostalgia recuerda a Luna y dice que era muy cabezuda. Y rememora varios de sus escapes. “Ella saltaba la muralla. Una vez se fue a la casa de Palazón, que es nuestra vecina del costado y le rompió todos los muebles, tuvimos que pagar todito. Otra vez fue a la casa del ingeniero Krish que acababa de retirar su BMW último modelo, Luna saltó y cayó sobre el auto y rayó todo. Y otra vez se escapó y cuando le encontramos estaba frente al Mundimark”.

Los yaguaretés vivían con la familia, y entraban a su jaula cuando había alguna visita, aunque aseguran que nunca le hizo daño a nadie. Juan Manuel Battilana recuerda que Chaco se convertía en un gatito cuando le daban leche condensada.

Otro recuerdo que le arranca una sonrisa es la relación que tenían los yaguaretés con los perritos de la casa. Uno de ellos, Simón un schnauzer y Míster un “delmer”. Mientras el schnauzer guardaba una respetuosa distancia de los tigres, Míster jugaba con ellos sin miedo alguno. Hasta un día en que Chaco se le sentó encima al perrito que casi quedó asfixiado. Desde esa vez nunca más jugó con los tigres.

El abuelo de Juan Manuel Battilana murió en la casa a los 95 años, “fue inmensamente feliz”, afirma su nieto. Como excombatiente se reunía con los excombatientes de la guerra del Chaco; también fue presidente del Olimpia, y organizaba reuniones del Olimpia en la casa; y era un gran liberal, “se conspiraba mucho también. Era liberal de principios, era paraguayo, olimpista y liberal. Vivió 20 años en Argentina, igual era paraguayo teete, le tenía un amor al país que yo pocas veces he visto. Y todo lo que tenía venía a invertir aquí”.

La casa ya no pertenece a la familia, pero Battilana reconoce que “cumplió su ciclo. La verdad es que fuimos muy felices en esa casa. Cumplió muy bien su rol”.