19 abr. 2024

La esclavitud moderna

Guido Rodríguez Alcalá

En el Archivo Nacional de Asunción hay papeles curiosos. En los inventarios comerciales del siglo XVIII y parte del XIX, leemos “20 piezas de lienzo” al lado de “20 piezas de esclavos”. Los esclavos eran “piezas”, mercaderías que se compraban y vendían.

En el curso del siglo XIX, el Paraguay abolió la esclavitud, como los demás países civilizados o que querían civilizarse. Esa fue la abolición legal que, por desgracia, no terminó con la esclavitud de hecho, que persiste hasta nuestros días, pese a la prohibición legal. Conviene recordar que, según el Diccionario de la Real Academia, esclavitud significa “sujeción excesiva por la cual se ve sometida una persona a otra”.

Como ejemplo de esta nueva sujeción, citaré el caso de una compatriota a quien le ofrecieron trabajo en España. Ella aceptó la oferta porque le pareció seria: se hizo a través de una escribanía, donde le hicieron firmar unos papeles y le entregaron otros, con la promesa de llevarla hasta Madrid, donde le esperaba un empleo legal. Ella debió pagarle al escribano por su participación, además de pagarse el pasaje y llevarse algún dinero para los primeros días de residencia en Madrid.

Allá solo consiguió un trabajo mal retribuido, que le obligó a gastar sus ahorros para sobrevivir; no podía buscarse otro, porque la habían engañado: su visa estaba vencida, no podía reclamar nada y debía esconderse, quedar encerrada en la casa donde trabajaba como una trabajadora doméstica explotada en exceso.

En este caso, la historia terminó bien; mejor dicho, lo malo no duró mucho, porque la pobre mujer consiguió el apoyo de una persona que la conocía y la ayudó a liberarse de la servidumbre.

Para demasiadas personas en todo el mundo, la situación es mucho peor: no les exigen fregar el piso y barrer sino cosas peores, como prostituirse y vender drogas. Es probable que la paraguaya condenada a muerte en China e indultada por intervención de nuestra Cancillería se haya visto forzada a hacerlo, como miles de personas más, cuyas vidas valen poco para las mafias internacionales que las emplean en ese o en cualquier otra actividad ilegal o peligrosa.

¿Por qué no se rebelan esos esclavos modernos? De hecho, muchos se rebelan y escapan pero, en demasiados casos, no pueden porque los negreros de hoy tienen demasiado poder. Según la Organización Internacional del Trabajo, agencia de las Naciones Unidas, hoy existen en el mundo cerca de 21 millones de esclavos; o sea, más que los 13 millones de personas capturadas o vendidas entre los siglos XV y XIX, cuando ese tipo de explotación estaba tolerada legalmente. Por cierto, entonces el mundo tenía menos habitantes, así que el porcentaje de esclavos con respecto a la población mundial es menor hoy, lo cual significa que la abolición legal tuvo consecuencias positivas.

Según estudios, las ganancias de ese negocio ilícito hoy son mayores proporcionalmente, a causa de las facilidades de la navegación y el transporte en general. El tráfico puede ser más disimulado: puede realizarse sin secuestrar ni encadenar, porque la víctima colabora, viaja engañada por falsas promesas, como le sucedió a la compatriota mencionada.

Descubrir y prevenir abusos de ese tipo deben ser prioridad de las autoridades; por suerte, hay magistrados que toman su trabajo en serio.

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