29 mar. 2024

La cuestión de la muerte

Por Carolina Cuenca

Esta semana hemos vivido muy de cerca el fenómeno de la muerte. Por un lado, Fidel Castro, el famoso dictador cubano, y, por otro, los jugadores y acompañantes del club Chapecoense de Brasil que murieron en un accidente aéreo. Y no es que la muerte sea una novedad entre los seres humanos, es que cada vez que ocurre nos golpea porque no nos acostumbramos jamás a ella.

Ante la muerte las palabras son un límite, casi un estorbo. Puede ocurrir que la neguemos o tratemos de evadirla con artilugios, pero nadie escapa de tener que enfrentar este destino.

En el caso de los jugadores de fútbol, la reacción de la gente ha sido intentar encontrar elementos para guardar su recuerdo con cariño, respeto y admiración. Enseguida surgieron las historias conmovedoras y las reflexiones alrededor del tema, la cobertura mediática ha sido impresionante. También los cuestionamientos sobre la forma del accidente, etcétera. Lo de Fidel ha sido más reductivo porque su muerte ha sido usada más bien como campo de batalla para defender o cuestionar el régimen autoritario de Cuba, pero es poco lo que hemos podido saber sobre, por ejemplo, el grado de conciencia pequeña o grande que tuviera el “compañero” ante este momento decisivo de su vida. No sé si la propaganda del régimen permita alguna vez conocer la verdad...

Justamente en diciembre culmina el año y es casi inevitable que los sentimientos se apoderen en cierta forma de nuestras percepciones de la realidad, más allá de la razón o el pragmatismo habitual. ¿Pero son suficientes para calmar las ansias de sentido que provoca la muerte en nosotros?

Quizás el verdadero problema no es ni siquiera la desaparición física que conlleva nuestro deceso, la ausencia inevitable de los que hemos amado, aceptado o rechazado, de los que hemos criticado o vanagloriado. La pregunta es si detrás hay algo más que pueda explicarnos por qué este estupor que genera la muerte. ¿Qué sentido tiene?

Si nos lo tomamos menos emotiva o cínicamente, este asunto es el más trascendente de todos. Porque nadie escapa al deseo de vivir plenamente sin temor a la muerte.

Ahora que los agentes del consumismo global nos arrinconarán de nuevo para ilusionarnos con la satisfacción total de nuestros deseos con las efímeras compras de fin de año, sería bueno escudarnos en estos acontecimientos tan serios y recientes, y tomar el desafío de preguntarnos acerca de lo que sí está en nosotros evitar: malgastar nuestra vida en lo que no vale la pena. Quizás el último mensaje que el piloto compatriota Gustavo Encina, también fallecido con los del Chapecoense, escribió en Facebook un día antes del accidente nos ayude: "¿Hacia dónde miras en tu vida? ¿Atrás o adelante?... Que el Señor te dé la gracia de soltar las cosas, aun aquellas que consideras preciosas en esta vida, y te permita mirar hacia adelante...”.

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