Rodrigo Ferreira lleva cinco años en el penal de Tacumbú. Está condenado a 22 años por un hecho de homicidio doloso. A diferencia de muchos reclusos, él no niega haber cometido un error.
Afirma que está pagando las consecuencias de su conducta, pero a su vez afirma que no todo está perdido, ya que estando en reclusión encontró un lugar donde se motivó de vuelta para salir adelante. Rodrigo es uno de los ocupantes del pabellón D, donde están recluidos 117 reclusos que tienen la intención de reinsertarse en la sociedad.
“Estuve en el sector conocido como Observaciones cuando llegué al penal. Pero el año pasado me decidí a venir a este pabellón, que es de trabajo. Puedo decir que estoy feliz de estar acá, porque aprendí un oficio”, contaba emocionado Rodrigo sentado frente a una computadora donde estaba preparando un logo para luego impregnarlo en una remera.
El interno es considerado uno de los diseñadores gráficos más talentosos en el penal. Muestra orgulloso el diseño realizado por él mismo en una remera de la Pastoral Social Penitenciaria. “Aprendí un oficio que es el de diseñador gráfico. Afuera, poco y nada me dedicaba a mis estudios. Estaba perdido y por eso caí en lo que caí. Ahora estoy trabajando y con el fruto de mi trabajo estoy ayudando a mi familia. Lo que no hacía por ellos afuera, lo estoy haciendo acá, estando tras las rejas”, expresó.
Ferreira cree firmemente en la reinserción. Sostiene que la contención que le están dando en el pabellón hizo que pueda soñar con otra oportunidad al salir de prisión, a pesar de los años que le faltan para salir. “Acá la realidad totalmente distinta al resto de la población del penal. Tenemos asesoría de psicólogos, tenemos compañeros que nos ayudan. Tenemos el apoyo del padre Luis Arias y su equipo. Todos los que estamos acá, les debemos fineza a esa gente que nos están ayudando a salir adelante”, insistió.
Al igual que sus compañeros, Rodrigo tiene que levantarse a las cinco de la mañana para empezar la jornada. A las 6.00 tiene que limpiar su celda y para las 7.00 tiene que estar desayunando. Luego de realizar una oración comunitaria, tienen que empezar a trabajar cada uno en su oficio. Los 117 internos que pueblan el pabellón D se dividen en trabajos de marroquinería, carpintería, forrado de termos, peluquería, artesanía, serigrafía y otros oficios.
aPARTADOS DEL MUNDO. Los habitantes del pabellón D presumen de estar en el mejor lugar para vivir dentro de Tacumbú.
Los internos del D, cuando tienen que salir a otros pabellones, suelen decir, “me voy un rato al mundo”. El mundo llaman al resto de los rincones de Tacumbú, donde el hacinamiento, la suciedad y las condiciones en que viven los reclusos hacen que el D sea considerado un paraíso dentro del penal.
Luis Barreto, director del penal de Tacumbú, reconoció que muchas personas piden que sus familiares privados de libertad sean trasladados al pabellón D, pero reconoció que el traslado a ese sector no depende de él, sino de la organización del pabellón, que tiene su propio sistema de admisión.