“Entrar en una prisión brasileña es una vuelta en el tiempo, volver a la Edad Media, con celdas oscuras, sin ventilaciones, insalubres y donde la proliferación de enfermedades es fácil, como la tuberculosis”, además de los problemas de alimentación y falta de agua, afirmó César Muñoz, investigador de HRW, durante la presentación del capítulo brasileño del informe anual de la organización.
Los problemas del sistema penitenciario brasileño quedaron expuestos en los primeros días de 2017, cuando varias reyertas entre facciones rivales dejaron más de 100 muertos en cárceles del norte del país. “La obligación del Estado es cuidar a las personas bajo su custodia, separar a los presos, algo que no se produce actualmente en Brasil”, lamentó el investigador.
La directora de HRW en Brasil, Maria Laura Canineu, criticó la Ley de Drogas que rige en el país, aprobada en 2006, que endureció las penas para traficantes y supuestamente las ablandó para usuarios, aunque abrió lagunas que permiten a los jueces aplicar criterios subjetivos y han multiplicado la población carcelaria. efe