Carlos Elbo Morales
Mudas, vieron pasar un siglo de acontecimientos y millones de personas frente a ellas. Hace unos años las trasladaron; sin embargo, las esculturas semidesnudas de la Plaza Uruguaya –lo que escandalizaba a las religiosas– nunca dejaron de captar la atención de los transeúntes que se detienen un rato en este emblemático espacio público asunceno.
En el 2018 se cumplen 100 años de que las figuras arribaron al país. Las obras fueron traídas de Francia y encargadas por el intendente de aquel entonces, Albino V. Mernes.
“Son réplicas seriadas de escultores clásicos. Hay de todo un poco, escultura griega, italiana. Ese trabajo de seriación lo hacen los franceses desde el siglo XIX”, detalla el arquitecto y docente de la Universidad Nacional de Asunción, Carlos Zárate.
Tres de las estatuas llegaron en aquellos años y fueron colocadas en el primer semestre del XIX, reza el informe de trabajos de la Municipalidad. La cuarta escultura, homenaje a la madre, fue colocada en la década de los 70 y no tiene nada que ver con las anteriores, dice el arquitecto.
Cuenta que existe una cuarta imagen que debía estar con el grupo de las tres primeras. Estima que probablemente esté en la Plaza de Armas, frente a la Comandancia de la Policía. Según recuerda haber leído, Mernes había importado esas piezas con la intención de contribuir a la educación de la población.
Proyecto. Antes de la intendencia de Mernes, la plaza tenía un diseño mínimo. Pero entre 1918 y 1919, coincidente con esa administración, se realizó una fuerte intervención, refiere el arquitecto.
Explica que existen documentos donde el ex intendente asunceno habla del proyecto de realizar una plaza a la francesa. “Se asume que es una plaza de estilo neoclásico francés”. Incluso la ejecución de estos jardines fue completada con aporte de los vecinos, tanto en recursos como en mano de obra, explica.
Como arquitecto y también urbanista, Zárate cuestiona lo que considera una mala restauración hecha a la plaza hace unos años. Al moverse de su sitio de siempre, se eliminaron los pedestales que indicaban su ubicación original. “No se tiene consideración ni siquiera de parte de la Municipalidad del valor histórico y el valor arquitectónico de esos jardines, que son centenarios. Este año, justamente, ese diseño cumple un siglo”, rememora.
Recuperación. Desde el punto de vista de Zárate, los trabajos que se hicieron hace unos años podía haber servido para recuperar el diseño original de la plaza, con base en fotografías antiguas de la década de los 20. Esas imágenes podían dar idea de la ubicación original de los elementos que componían la plaza.
“Lo que se hizo fue negar la historia. Decir que era una plaza que estaba deteriorada y a gusto y arbitrio, se modificó el tipo de pavimento, se alteraron los camineros secundarios, quitaron los elementos escultóricos que eran focos de atención de los cuadrantes”.
Arte y desnudez
En la Historia de la Plaza Uruguaya (libro de Ángel Sosa, publicado en 1992), se cuenta del estupor de las monjas del Colegio de la Providencia por las esculturas importadas que mostraban cierta desnudez. “Se explicó que la intención no era generar erotismo dentro de la plaza, sino acercar lo mejor del arte”, refiere Zárate, el urbanista.