Desde que fue elegido al trono de Pedro, la noche lluviosa del 13 de marzo del 2013, Francisco ha tenido que encarar importantes desafíos, entre ellos los escándalos por abusos sexuales, la creciente pérdida de fieles y una dura disidencia interna que se resiste a toda reforma.
De cara a la saga de abusos sexuales cometidos por curas, el Papa argentino ha mantenido la línea de “tolerancia cero” impulsada por su predecesor Benedicto XVI.
Sin embargo, la defensa pública del obispo chileno de Osorno, Juan Barros, acusado de haber encubierto casos de abusos sexuales, y sobre todo su pedido de pruebas a las víctimas, ensombrecieron su visita en enero pasado a Chile, posteriormente envió un investigador especializado.
Ha pronunciado más de mil discursos en cinco años, durante los cuales ha hablado de pobres y pobreza en 1.300 ocasiones, mucho más que todos sus predecesores.
“Su sensibilidad hacia la pobreza ha caracterizado todo su camino como pastor de la Iglesia y testigo de Cristo”, reconoció el cardenal Piero Parolin, secretario de Estado.
En sus mensajes al mundo Francisco se ha mostrado sumamente sensible a los problemas sociales y ha denunciado sin cesar uno de los grandes males de la sociedad moderna: el aumento de la brecha entre ricos y pobres.
Para muchos vaticanistas y autores de cientos de libros sobre Francisco es seguramente el mayor legado que deja Francisco, tal como lo prometió durante los primeros días de su pontificado: “quiero una Iglesia pobre para los pobres”, un “hospital de campaña” vecina a los pecadores, en diálogo con el mundo de hoy.
También fue cuestionado por los sectores más conservadores después de la publicación de su exhortación apostólica Amoris Laetitia, donde los divorciados vueltos a casar pueden acceder a la comunión en algunos casos.
La Iglesia del futuro estará marcada por su visión, la de un hombre que viene del sur del mundo, que desprecia los palacios, preocupado por los conflictos olvidados del planeta y gran defensor de la paz. afp