Supongamos que los casi siete millones de paraguayos estamos dentro de un avión y el piloto es Horacio Cartes. ¿Cómo ha sido el vuelo durante los últimos tres años?; la sensación es que ni siquiera despegamos de la pista.
Pues, aunque los números macroeconómicos muestran aparentes indicadores positivos, la mayoría de los pasajeros de este vuelo sienten que solo se ha beneficiado a ese reducido grupo de personas que va en clase ejecutiva, con menú a la carta y buen vino.
Los pasajeros desde clase turista para atrás –esos que están en lo micro y son mayoría– escuchan que la inflación está controlada, pero cada día salen del súper con menos bolsas de alimentos; leen que se ha endeudado al país por millones de dólares para obras públicas, pero 90% de esas inversiones, que las pagarán hasta nuestros nietos, aún no traspasan el papel.
Al piloto que circunstancialmente comanda este avión no le ha faltado nada. Como nunca antes en la era democrática el Congreso Nacional aprobó cuantas herramientas de inversión y créditos externos ha planteado el Ejecutivo; con esto, la deuda pública hasta agosto trepó al 23% del PIB, pero aun no se ven los resultados.
Los voceros del Gobierno y su grupo de aduladores podrán seguir dando justificaciones técnicas al respecto, pero llama la atención que en los últimos reportes las calificadoras internacionales de riesgo resaltaron que la deuda pública del Paraguay es baja, pero está creciendo a un ritmo acelerado y podría poner en riesgo su nota.
El propio Cadep, que reúne a renombrados economistas del país, recordó a esta administración que tener cuatro años consecutivos de déficit fiscal, superando el límite de responsabilidad, es peligroso.
El jocoso vaquero tipo “chupín” de nuestro piloto ejemplifica la situación. Nuestra economía “aparenta” verse bien, pero en realidad está con los bolsillos apretados.
La última encuesta realizada por ÚH demuestra que a una gran parte de la tripulación se le fue la paciencia, principalmente a los que están al fondo de la nave, a esos a los que el menú les llega frío y con un simple vaso con agua.
Ya pasaron tres años desde que este piloto tomó los controles del país; es tiempo de que los servicios sociales del vuelo comiencen a alcanzar a todos los paraguayos, ya no queda espacio para la gastada excusa de “estamos mejor que...”. El costo de desatender a la parte más frágil de la tripulación puede significar que en 2018 estos pasajeros decidan cambiar de aerolínea.