19 abr. 2024

El Paraguay poderoso y la nebulosa fascista

Por Blas Brítez - @Dedalus729

Blás Brítez

Blas Brítez

La práctica de la analogía entre el “funcionamiento” de un país y el de un automóvil suele causar un placer místico en ciertas personas. A menudo es un ejercicio metafórico fácil del “fascismo eterno”. Umberto Eco atribuía a este la capacidad de mimetizarse en cualquier contexto, pues basta con que una de sus características “esté presente para hacer coagular una nebulosa fascista”. Para Adolf Hitler, el automóvil popular que su régimen produjo debía llevar el nombre de Kdf-Wagen: las iniciales de Kraft Durch Freude (Fuerza a través de la alegría), la enardecida denominación de la organización política que se encargó de diseñar programas de cultura y ocio que mantuvieron convenientemente adormilados a una buena parte de los trabajadores alemanes durante el Tercer Reich.

Para el nuevo ministro de la Secretaría Nacional de Cultura, el bioquímico Fernando Griffith, el Paraguay de Horacio Cartes “es como un Bugatti Veyron: cuanto más acelera, más estable es”. Aquel dirige una fundación que se llama, con autoestima propia de la deriva totalitaria, “Paraguay poderoso”. Deambula predicando “a través de la alegría” lo que considera una visión “positiva” del país, o sea, cómo lo ve el patrón. Antes de ser parte del Ejecutivo, Grifitth ya había infestado con su evangelio motivacional las cabezas de centenares de paraguayos, con el apoyo de instituciones públicas como la Senatur, el Ministerio de Justicia y la Vicepresidencia de la República. Ha firmado convenios con el Estado.

El Paraguay que ve empuja la “reactivación empresarial” del centro de Asunción mediante la privatización de espacios públicos; se ufana de producir “alimentos” como la soja y la carne (“no verduras ni frutas”, que desprecia); especula con la privatización de la ANDE porque hay energía renovable “12 veces más de la que necesitamos"; considera como un aporte al paisaje la construcción de edificios en zonas residenciales para la especulación inmobiliaria; admira nuestra biodiversidad pero no se entera del desastre ecológico provocado por la agroindustria: el “Paraguay poderoso” para los poderosos.

Su concepción de la cultura es atrabiliaria: supremacista, pero también romántica y étnica en la veta de Natalicio González: “Somos una nación multirracial pero unicultural”, dice. También: “La cultura guaraní, la cultura paraguaya es mucho más fuerte y disuelve a todas las demás, por eso no encontramos rastros de otras culturas en nuestro país: por la cultura guaraní”.

Tiene una particular debilidad mengeliana por “la composición genética de la nacionalidad”, y un patológico deleite por el recitado de apellidos de origen europeo.

Ignoro si se pasea orgulloso por Asunción en un Bugatti Veynor.

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