20 abr. 2024

El palimpsesto y sus huellas

Blas Brítez – @Dedalus729

De repente, Paraguay se ha llenado de Nebrijas, Maimónides, Derridas, Ecos y Bobbios. Todos por la labor de dilucidar el sentido gramatical, hermenéutico, textual, semiótico y jurídico de un artículo —que se me antoja menor— de la Constitución Nacional. El que habla “de la duración del mandato”. Nunca antes una desabrida construcción fraseológica, tan aparentemente absoluta, se ha llenado de una relatividad sospechosa: “En ningún caso...”, al parecer, no quiere decir “en ningún caso”, y esconde para algunos un sentido que cabalistas intrépidos descabalan a su favor. Otros, más pragmáticos, consideran conveniente enmendar el texto constitucional, expulsando el incómodo adverbio. Proponen, forzando los débiles soportes democráticos de la Carta Magna, realizar un palimpsesto. En la antigüedad, este procedimiento borraba un texto original para escribir otro encima; pero las huellas de la eliminación todavía quedaban visibles y frescas sobre el papel, acaso como un recuerdo infamante de lo que se ha suprimido de manera artificial.

Más allá de la pertinencia o no de una extensión de la duración del mandato mediante la posibilidad de la reelección —contingencia que contemplan no pocas democracias liberales, restringidas o no—, está claro que en el escenario político paraguayo actual lo que impera es la urgencia —de Horacio Cartes, de Nicanor Duarte Frutos, de Fernando Lugo— por conseguir la habilitación de sus posibles candidaturas para la primera magistratura en las elecciones de dentro de menos de dos años.

El debate en torno a la cuestión reeleccionaria se presenta a sí mismo como la descripción de la mezquindad de las fuerzas políticas que dominan el Ejecutivo y el Legislativo. Se habla con una retórica —enmascarada de decisiva y vital para el país— de un artículo que privilegia el presidencialismo por sobre los grandes temas en los que la propia Constitución adolece de fallas sistémicas. Si Lugo, Nicanor o Cartes pueden volver a ser presidentes está por encima de otros artículos que hablan de “la calidad de vida”, “de la libertad y de la seguridad de las personas”, “de la libertad religiosa y la ideológica”, “de la libertad de expresión y de prensa”, “del derecho a la objeción de conciencia”, “de la libertad de asociación”, “de la igualdad de las personas”, “del derecho a la salud”, “del derecho a la educación y de sus fines”, “del derecho al trabajo”, “de la libertad sindical”, “del derecho a la vivienda”, “de los objetivos de la reforma agraria”, etc.

Ninguno de los problemas reales que plantean estos artículos constitucionales será solucionado mediante la elucidación del sentido de aquel otro, de su modificación por vía de la enmienda o de la reforma. Pese a la ingente tarea analítica a la que se hallan abocados hoy día populosos y “eminentes” gramáticos, hermeneutas, filósofos del lenguaje, semiólogos o juristas en el mundo ancho y ajeno... y enajenado, la reelección presidencial no será —en el aquí y el ahora de una democracia representativa mediocre— la solución a ninguno de los grandes problemas de fondo del Paraguay.

Ninguno.

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