12 may. 2024

El fútbol reposa en las bibliotecas

Blas Brítez – @Dedalus729

Hace ya bastante tiempo que la literatura ha encontrado en el fútbol un fructífero universo de personajes y tramas. Una narrativa de lo humano que no le es extraño, sino más bien demasiado humano. Desde la posguerra mundial, el ámbito del fútbol ha funcionado –con sus códigos particulares, sus héroes y villanos, sus infiernos personales y sociales– como una metáfora de la vida contemporánea a la que, desde la década de los 60, los escritores se han ido acercando con interés creciente.

De la escasamente anecdótica El miedo del arquero ante el penal, de Peter Handke (1970), pasando por la detectivesca El delantero centro fue asesinado al atardecer (1988), de Manuel Vázquez Montalbán, por la descripción semanal del fanatismo de Nick Hornby en Fiebre en las gradas (1992), hasta la fraternal épica barrial de Papeles en el viento, de Eduardo Sacheri (2011), el fútbol tiene un nicho literario, cuyo público lo ha convertido en un nicho comercial.

El periodismo de los centros de producción editorial (Barcelona, México, Buenos Aires, etc.) también se ha volcado a contar historias oriundas del fútbol en las páginas de los periódicos, las revistas y los libros.

En la capital argentina, desde el 2013, hay una revista-libro de publicación más o menos semestral con 11 historias, 11 crónicas en torno al deporte que practican millones de niños, adolescentes y adultos en todo el mundo.

Un ejemplar del número 5 de marzo pasado de esa revista, llamada Don Julio, salió de la mochila del joven cronista deportivo de ÚH, Pedro Lezcano, y llegó hasta mis manos como un regalo inesperado y pródigo. Este fin de semana, me metí en sus 140 páginas, entre fotos e ilustraciones maravillosas.

Abren y cierran la edición crónicas traídas de fuera de la Argentina, protagonizadas por futbolistas que llevaron la 10 en sus espaldas y cuyas carreras no exentas de bravura terminaron abruptamente: el alcohólico uruguayo Fabián O’Neill y el paraguayo que aloja una bala en la cabeza, Salvador Cabañas. Dos ángeles caídos en la calma chicha de Paso de los Toros e Itauguá, respectivamente. Marcelo Bielsa es un millonario que no puede evitar serlo, pero que en cada ciudad en la que vive y trabaja parece más un filósofo estoico a la manera de Marco Aurelio y Séneca, un personaje incómodo salido de las novelas de Kurt Vonnegut. Además, están los protagonistas anónimos: los jugadores libres, que aguardan en el limbo de las ligas menores; las árbitras, para quienes ser mujer es lo más difícil; los futbolistas adolescentes de los barrios pobres de Buenos Aires que caen bajo las balas del gatillo fácil. Hay dos paraguayas que aparecen en las historias: una solidaria dueña de un comedor en una villa; la madre de un pibe que jugó en las inferiores de Racing y Boca y fue asesinado por la Policía.

Don Julio se define como una revista “a la que le gusta reposar en las bibliotecas”. Yo le agregaría que de allí debería salir para pasar de mano en mano.