19 abr. 2024

El estatismo y la oveja perdida

Por Carolina Cuenca

Al final cambian al comisario que organizó el sorteo de una oveja para recaudar fondos y arreglar así su patrullera. Todos reconocen la burocracia, todos reconocen los obstáculos para el bien común, pero cuando uno intenta tener iniciativa, se lo aparta del cargo. Debe ser sacrificado por no seguir la vía. En todo caso, si en el modo hay error, amerita una corrección, no una destitución. Porque “no deliberante” no es sinónimo de profesional, jerarquizado y obediente a la institución y sometido a la institucionalidad. De hecho, las fuerzas públicas deben deliberar en sus funciones. ¿Qué hubiera pasado en Curupayty si el Gral. Díaz no tuviera la brillante iniciativa –deliberante– de preparar las trincheras que le dieron la heroica victoria al Paraguay frente a sus adversarios mejor dotados en todo sentido? Lo celebramos ayer.

El Estado debe ayudar a ordenar nuestra convivencia, no atrofiar nuestras iniciativas en pos del bien común. Y qué contrasentido que tantos burócratas se las pasen malgastando nuestros bienes, sin ser amonestados. Con razón en la jerga popular el “letradito”, el versado en las letras y no en el espíritu de la ley, no es bien visto.

La sociedad debe poder liberarse de esta pesada carga del estatismo formalista para así, paradójicamente, volverse más formal. Hoy ocurre lo contrario, la burocracia estatal crece y obstaculiza la iniciativa, pero reinan la informalidad y la malversación de los bienes comunes. Debe ser al revés. Hay que estimular la virtud en la vida pública como en la privada y esta se basa en los actos libres y responsables. No existe sociedad que progrese realmente sin virtud. Poner plata del propio bolsillo para comprar una oveja y sortearla para recaudar fondos y reparar una camioneta descompuesta que sirve a la comunidad es un acto virtuoso. Si el medio es cuestionable, pues bien, corrijamos, pero no matemos así la iniciativa.

¡Y después nos quejamos de ciertos funcionarios que parecen zombis en sus puestos! ¿Cómo no van a atrofiarse la voluntad y la inteligencia, soportes de nuestra sagrada libertad personal, si todo el que intenta mover un dedo sufre la amputación del mismo?

Ah, qué nostalgia de aquellos paraguayos libres que no solo vivieron sino que enseñaron la virtud tales como el heroico Gral. Díaz y el mismo Manu Ortiz Guerrero, de quien su compañero y biógrafo Arturo Alsina resaltaba: la dignidad con que vivió su dolor, la grandiosidad de su ejemplo... su influencia fue sobre todo moral y espiritual. “En una época en que los hombres trepan y reptan, él enseño la virtud del vuelo”.

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