05 may. 2025

El día D y lo que debería acontecer posteriormente

Darío Lugo – @apolo1970

La recta final, como antesala de las próximas elecciones del 22 del corriente, se presenta ciertamente aletargada y sin mucho ambiente de fervorosos debates sobre el futuro del país, y más bien con esporádicos descalificativos.

Las propuestas, en general, dicen más de lo mismo y con poca creatividad, pero más allá de los discursos y plataformas, es fundamental que el partido o movimiento político que tome las riendas del mandato ciudadano, en sus diferentes cargos, postule algunos ejes primordiales para el devenir de la administración del país.

El primer eje tiene que ser el compromiso, ya que, al recibir la confianza del voto, la línea directriz de su accionar debe regirse por la correcta gestión y por la atención a todos los sectores, cada uno de los cuales acarrea sus intereses y sus demandas.

No estamos exentos de la corruptela atávica que privilegia solo a pocos; pero, con mayor control ciudadano, la gestión del Gobierno tendrá que adecuarse indefectiblemente a los postulados democráticos, antes que al juego de intereses particulares.

El segundo eje fundamental es la tolerancia, a sabiendas de que el arco político de cualquier país se conforma de distintas ideologías, y que es cotidiana la mala costumbre de exhalar improperios al que piensa distinto; mientras las ideas que se contraponen orientan el pensamiento y las acciones a una espiral interminable de nadería.

Otra arista a fomentarse más es la inclusión, teniendo en cuenta que los dramas paraguayos no terminan en Calle Última, ni tienen solo piel trigueña, porque sectores eternamente postergados siguen reclamando soluciones a su flagelo, llámese reforma agraria, pocas opciones de trabajo, inseguridad, salud, etc.

Lo anterior puede ir enganchado a la justicia, que permite medir con la misma vara al de la lujosa camioneta respecto de aquel labriego sin más bienes que su azada. La historia nos muestra una realidad en la que el privilegio es para quienes mantienen fuertes conexiones con jueces y fiscales, mientras el peso de la ley cae sobre el ladrón de poca monta.

Agreguemos el coraje a los ejes mencionados. Una vez dijo alguien que al funcionario paraguayo de alto rango le cuesta decir no. En otras palabras, siempre tiene que ceder al chantaje de los intereses y quedar bien con Dios y el diablo, para no alterar mucho el biorritmo de la precariedad en que se desenvuelve la sociedad en su conjunto, sin jugarse por una idea concreta por más que esto pueda acarrear sus consecuencias, pero que a la postre beneficiará al país.

Esto se patentiza con los diferentes grupos de presión, que se manifiestan de una u otra manera, queriendo hasta torcer normativas, leyes o decisiones y llevan al paroxismo su apetencia de continuar el statu quo, entorpeciendo la transformación para mejor.

Un Gobierno para todos, expresado cada cinco años hasta el hartazgo en los discursos grandilocuentes del que ocupará el Palacio de López o las diferentes dependencias estatales, se va desdibujando generalmente a medida que atraviesa su mandato, en tanto también la población se desentienda de su rol activo de participación.

Ahora se presenta una nueva oportunidad en la que estará en juego el modelo de país que se pretende, en un sistema donde el interés común debe primar sobre los sectarismos partidarios. Le toca a la ciudadanía la opción de presionar la tecla correcta, castigar con el voto a los impresentables y brindar oportunidad a quienes esta crea que podrán cumplir con la función para la cual se postularon.