Uno de mis primeros reportajes investigativos para Última Hora fue sobre los usureros del Mercado Cuatro. Sentados ante una mesita, en algún rincón del popular centro comercial, eran la salvación para muchos humildes trabajadores, ya que les proveían el dinero necesario para adquirir sus mercaderías, poder vender y, al final del día o de la semana, tenían que devolverlo con un 20% de interés.
Inicialmente esperaba hallar a siniestros personajes de una folklórica mafia, de esos que si no les pagás la cuenta te muelen a palos o te amenazan de muerte. Para mi sorpresa encontré gente amable, señoras que contaban chistes y que parecían como de la familia.
Llevaban los registros de sus préstamos en cuadernos de almacén. Algunos ni siquiera hacían firmar pagarés, les bastaba con el compromiso de la palabra. Si no se les podía pagar, extendían los plazos. Supe que más de una vez perdonaron deudas al enterarse de alguna historia trágica en la familia del deudor.
Aún así, los usureros del Mercado Cuatro se ganaron mucha mala fama. La historia los retrata como a una especie de vampiros chupasangres del capitalismo en pequeña escala. Para acabar con ellos, se iniciaron varios programas con apoyo gubernamental o municipal.
Una de las acciones fue la formalización del préstamo, que dio pie a la proliferación de empresas comerciales que ofrecen dinero barato y ventas a crédito con muchas “facilidades”, montados sobre una intensiva campaña que los presentó como gran avance para el ámbito económico, construyendo la imagen de un supuesto capitalismo solidario. Algunas llegaron incluso a ser premiadas por su “innovador modelo de gestión”.
En estos días, una grabación filtrada masivamente a través de las redes sociales y los medios de comunicación, revelando una conversación telefónica entre el cliente de una de estas empresas, Inverfin, y una funcionaria de cobranzas, ante una deuda impaga, desnudó el rostro oscuro de ese mismo sistema.
Toda la amabilidad demostrada a la hora de ofrecer los “créditos fáciles” a través de mensajes que llegan al teléfono celular o al correo electrónico como incómodos spam (correo basura y mensajes molestos no solicitados), se diluye al momento de reclamar el cobro.
Las histéricas amenazas de la cobradora contra el deudor se basan en mentiras, ya que la ley no permite ir a la cárcel por deudas, ni tampoco embargar la totalidad del salario (se puede embargar hasta el 25%, ya que nos libramos de la ley de libranza). Pero así como las ofertas de crédito fácil se aprovechan de la necesidad de la gente, el sistema de cobrar los préstamos se aprovecha de la ignorancia e infunde el miedo, como una forma de extorsión legalizada. Los muchos testimonios que surgieron tras este caso, demuestran que es una práctica constante.
Es hora de que el Estado ejerza un sistema de control más estricto sobre estas prácticas mafiosas o acabaremos extrañando a los antiguos usureros del Mercado Cuatro.