Hay una versión de la gente que trabaja en el campo que nos encanta.
Esa en la que vienen las señoras a vender verduras, queso paraguay, gallinas y lechones, dulces y frutas. Nos gusta cuando podemos comprar productos frescos y libres de agrotóxicos, en las pintorescas ferias.
El problema es que a veces esa gente –que produce lo que nosotros comemos en la ciudad– viene con reclamos y se empeña en llamar nuestra atención. Exactamente como los campesinos que anduvieron cerrando las calles y generando más de una úlcera.
Aclaro que, como no tengo auto, me obligaron más de una vez a caminar para llegar al diario. Pero no fue tan grave, caminar es superbueno; aunque dicha actividad tenga menos discípulos que la bici.
Asumo que es bastante difícil de comprobar quiénes de los que andan protestando son genuinamente agricultores en problemas financieros, y quién solo se sumó a la protesta de manera oportunista.
También debo decir que no me parece justo que nos joroben a nosotros, y no mucho a los diputados, senadores, a los ministros y al presidente de la República. Y que espero que sea mentira eso de que no dejaban pasar a las ambulancias.
Hechas las aclaraciones, necesito desmarcarme de los clasistas y los desclasados que durante la pasada semana se dedicaron a destilar no solo mala onda, sino algo peligrosamente parecido al odio.
Una de las opiniones que más tristeza me dieron fue la de un chofer de un ómnibus que se quejaba por el desmadre en el tráfico. "¿Por qué se tiene que pagar su deuda?”, despotricaba el trabajador del volante; y un pasajero se puso a debatir con él y a acordarse de la mamá de todos los campesinos que bloqueaban las calles.
Como no me gusta mucho la perspectiva de poner en riesgo mi integridad física, me callé todos mis argumentos. Pero sinceramente me hubiera gustado preguntarle al chofer en cuestión si le pagan el salario mínimo, si tiene IPS, si trabaja solo las 8 horas laborales o le explotan; si eso de manejar como tarados por nuestras calles es porque tienen la obligación de hacer el redondo, o porque el sistema de transporte público es una mierda realmente. Y decirle que mientras él es explotado su patrón, el señor transportista, recibe permanentemente regalos del Gobierno.
El Gobierno les regala plata a sojeros y a transportistas, ¿por qué no a los agricultores?
Una mención aparte se merecen los conductores paraguayos. Estos son de lo peorcito que existe en el mundo mundial. No respetan al peatón. Si ven uno cruzando sobre la cebra, en vez de detenerse pisan el acelerador. No soportan tener otro vehículo delante, y tampoco respetan los semáforos ni las reglas del tránsito, todo eso sin mencionar que son unos sicópatas armados con las bocinas de sus autos.
¿Y vos me vas a decir que el problema del tránsito son los campesinos?