25 abr. 2024

Daniel Mordzinski: No hay recetas para contar historias en las fotografías

Bogotá, 30 abr (EFE).- Considerado por muchos como “el fotógrafo de los escritores”, el argentino Daniel Mordzinski aseguró hoy en Bogotá que “no hay recetas” para hacer su trabajo, pues involucra mucho de la personalidad del autor a quien retrata y de la suya propia para transmitir una historia al público.

Daniel Mordzinski, fotógrafo argentino. EFE/Archivo

Daniel Mordzinski, fotógrafo argentino. EFE/Archivo

“Para tomar una fotografía no basta con sacar al escritor de su entorno natural, pues el fotógrafo también debe introducir algo de él para crear una imagen que cuente una historia”, dijo Mordzinski, que participó en la XXX Feria Internacional del Libro de Bogotá (Filbo).

Mordzinski, nacido en Buenos Aires en 1960, confesó que sus tres pasiones principales desde los 13 años, el cine, la literatura y la fotografía, se fusionaron cuando recibió unos breves cursos en la escuela secundaria, momento en el que “se volvieron una obsesión”.

Pese a tener sus altibajos durante la dictadura militar de Jorge Videla (1976-1983), dicha obsesión se fortaleció con dos episodios que guarda en su memoria como tesoros, pues le permitieron conocer a dos personajes que cambiaron su vida por aquel entonces.

Al terminar la universidad, el cineasta Ricardo Wullicher, uno de sus profesores, le pidió trabajar con él en la película “Borges para millones”, de 1978, luego de que la censura para filmar le fuera levantada.

En esa filmación ocurrió uno de los momentos más importantes de la vida de Mordzinski, pues en su primer día de trabajo encontró sentado en medio del plató a uno de los autores más destacados de la literatura latinoamericana: Jorge Luis Borges.

“Cuando vi a Borges en mi primer día de trabajo, lo primero que pensé fue que no tenía una cámara para fotografiarle, y eso no era muy elegante”, dijo entre risas.

Ante la necesidad de tomar una instantánea de Borges, corrió a casa tras finalizar la jornada, pidió prestada la vieja cámara de su padre y se acercó a él mientras descansaba en una silla.

“Recuerdo que, tras expresarle lo mucho que le admiraba, me tomó del brazo y me preguntó sonriendo: '¿Y que le gusta de mis cuentitos’”, subrayó Mordzinki, quien sonríe con nostalgia al recordar esa anécdota.

Al terminar el rodaje, la dictadura militar de Videla atacaba con mayor fuerza a la población argentina, razón que lo llevó a emigrar a París, que en esa época era “la capital de los que no tenían patria”, para que sus sueños adquirieran una fuerza renovada.

A los pocos días de su llegada le ofrecieron hacer una exposición con “35 o 40 fotos llenas de lugares comunes”, lo que Mordzinski aceptó, corriendo el riesgo que todo principiante toma en su primera muestra, que recurrentemente suele definir el futuro de un artista.

Un día antes de la exposición acudió a la oficina de correos para buscar una guía telefónica y encontrar el número de sus padres con el fin de invitarlos a su exposición, pero en vez de eso halló un nombre que lo dejó helado: Cortázar, Julio.

Aunque tardó en decidir si valía la pena invitarlo a su exposición, se decantó por llamar a la casa del escritor. En su primer intento le atendió un contestador, y mientras la voz de la maquina le indicaba que debía dejar un mensaje, Mordzinski colgó y salió de las oficinas, pero un pensamiento fugaz lo detuvo al instante,

“Cuando salí del correo, lo primero que pensé fue en lo que diría mi madre si me viera en este momento. Fue entonces cuando me armé de valor, le volví a marcar y le dije que sería el pibe mas feliz del mundo si me acompañaba”, recuerda Mordzinski.

Contra todo pronóstico, en esa pequeña exposición de 35 o 40 fotos Cortázar apareció.

“Me acerqué a él y, tal como me sucedió con Borges, dijo lo primero que se le vino a la mente: '¿Cuál es tu foto preferida?’”, recordó entre risas.

El fotógrafo, que ha retratado a escritores como Gabriel García Márquez, Jorge Luis Borges, Octavio Paz o Ernesto Sábato, reconoció que, tras dichas experiencias, aprendió que “la vida no se reduce a un número de encuentros, y que uno de los valores de la imagen es rescatar esos trocitos de vida que valen la pena recordar”.

Bien lo han dicho bastantes de sus amigos escritores, que le guardan mucho cariño después de trabajar con él: Mordzinski tiene la capacidad de plasmar palabras e incluso textos en sus fotografías, pues al unirlas son capaces de narrar historias, tal como si fueran las páginas de un libro.

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