El domingo pasado cumplió 225 años el periódico más antiguo del mundo, The Observer, fundado el 4 de diciembre de 1791. El semanario dominical nació con el propósito declarado de defender la libertad, la democracia, la razón y el liberalismo. Para eso necesitaba conservar su independencia —que a su vez requería contar con ingresos suficientes—, que no siempre le fue fácil. Su primer propietario, W. S. Bourne, llegó a contraer una deuda de 1.600 libras esterlinas, suma considerable para la época. Por eso debió venderlo a una persona con más dinero y dispuesta a perder dinero con el buen periodismo. Para 1819, de los 23.000 ejemplares publicados, 10.000 se regalaban a personas influyentes, con la esperanza de aumentar el número de lectores y anunciantes. En ese mismo año, el ejército inglés atacó a la multitud reunida en Manchester para pedir una reforma del sistema electoral. La carga mató a quince e hirió a más de cuatrocientos; le correspondió al semanario denunciar la masacre minimizada por la prensa complaciente.
A partir de entonces, el periódico adoptó una línea más opositora, sin conseguir más lectores con eso. Perdió lectores apoyando la abolición de la esclavitud en los Estados Unidos durante la Guerra de Secesión, y el voto universal masculino en Inglaterra en 1867. Entiéndase, que todos los hombres pudieran votar, sin exclusión a causa del dinero o la posición social, una exclusión mantenida durante el siglo XIX (el voto femenino logró en el siglo XX). Defender intereses populares no siempre volvió popular al Observer, hoy con una línea de centro izquierda, y una tradición de bogar contra la corriente. Se le permitió el apoyo de lectores ilustrados y personas de peso, como William Waldorf Astor, que lo compró en 1911 para hacer buen periodismo sin reparar en gastos.
En 1919, con un tiraje de 200.000 ejemplares, criticó el Tratado de Versalles, que terminó la Primera Guerra Mundial imponiendo a los alemanes condiciones absurdas, que los empujarían al revanchismo. Los ingleses son un público ilustrado, mas no perfecto, y no les gustó ese parecer, como tampoco la crítica contra la intervención armada en el Canal de Suez en 1956. Ya en la década de 1940, George Orwell había pedido el fin del colonialismo británico en Asia y África; Orwell, gran escritor, formaba parte del consejo directivo del Observer, con otros colegas de su nivel, como H. G. Wells y Arthur Koestler. La activa campaña del medio impidió la ejecución de Nelson Mandela en 1964, aunque no pudo impedir la de su corresponsal Farzad Bazoft, ahorcado en Iraq en 1990 por Sadam Hussein.
En 1993, The Observer se unió a The Guardian, fundado en 1821, que aparecía de lunes a sábado, y con una destacada trayectoria. En el 2013, The Guardian publicó los documentos de Edward Snowden y fue blanco de una persecución dirigida por el premier David Cameron (ver La sombra de McCarthy planea sobre The Guardian, El País, 9/12/13). Mientras que el periodismo comercial tiene ingresos garantidos, no los tiene el periodismo independiente, como el de Guardian/Observer, que cubre parte de sus gastos con el apoyo voluntario de miles de lectores. Me incluyo en el grupo y recomiendo a otros incorporarse al mismo.