12 jun. 2025

Con los pies en la tierra

Todavía sin un organismo oficial reconocido que lo regule, el futvóley se está convirtiendo en el deporte favorito de los fines de semana barriales, compitiendo en preferencia con el imbatible fútbol. Su popularidad y desarrollo son tales, que ya le dieron a Paraguay un título mundial, un logro que muy pocas disciplinas han alcanzado para nuestro país.

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Por: Carlos Darío Torres | Fotos: Javier Valdez


En el barrio Santa Rosa de Lambaré se juega futvóley, más conocido por su nombre popular: piquivóley o simplemente piqui. Es una barriada como tantas de las que existen en Paraguay, en casi todos sus departamentos. A quienes lo practican los une la pasión por un deporte que en realidad es un híbrido de otros dos, el fútbol y el vóleibol, aunque también puede serlo de tres, si se incluye la modalidad que incorpora alguna regla del tenis.

“Es un vicio”, afirma Nando, uno de los mejores valores de la cancha de ña Vitó, cuando se le pregunta por qué juega piqui. El campo de juego y punto de encuentro es el patio de la casa de una señora ya fallecida, llamada Victoria, pero cuyo apodo —ña Vitó— sigue identificando el terreno en donde se dirimen los desafíos deportivos.

En este deporte, los jugadores son conocidos por sus apodos, quizás porque nació en los encuentros sabatinos de amigos, en los que el nombre y apellido verdaderos pocas veces son conocidos por todos y el mote informal o el marcante son el rasero que iguala a todos, más allá de los títulos profesionales o del señor, que suelen marcar una línea que distingue niveles de educación, sociales o de ingreso.

Tan común es el uso del apodo, que hasta los profesionales se abstienen de utilizar sus nombres de documento en las competencias. Pocos saben que los campeones del mundo de 2016 en esta disciplina, Chore’i y Esteban, se llaman Fernando Lugo y Esteban Dávalos. La formalidad de las competencias oficiales todavía deja lugar para llevar el mote familiar, el de los amigos, como rótulo de identidad.

Música ambiental

La cachaca es omnipresente en cualquier torneo de barrio y el piqui no escapa a esa tradición. Una radio portátil distribuye la música que se escucha a varias decenas de metros a la redonda. “Es para los que vienen a mirar nomás”, justifica Nando, porque los jugadores, y aun los que siguen el desarrollo de los encuentros interesados en el resultado, están más concentrados en lo que pasa dentro del rectángulo que en los sones tropicales.

Las bromas forman parte del ambiente distendido y de camaradería que se vive en la canchita. “Poné que el club se llama Los Cornudos de ña Vitó", se ríe Nicasio, quien se presenta como el masajista y a quien vimos atender a varios jugadores dándoles verdaderos masajes, como para demostrarnos que su dejo es algo más que un marcante: es también uno de sus oficios informales.

También está Carlos Gómez, el locutor oficial y, a veces, relator de los partidos. Por ahí anda Corea, quien según sus amigos es descuidista. Corea pone cara de enojado y dice que eso no es cierto, pidiéndonos que no creamos lo que dicen los muchachos.

A Richard también lo acusan, entre risas, de ser amigo de lo ajeno. Dicen que su apodo es Motochorro, pero el afectado insiste en que lo llaman así por su parecido con el futbolista Darío Lezcano, quien porta el mismo apelativo. Abundan además las pullas que destacan la condición de engañados por sus esposas, que se endilgan mutuamente los amigos.

La cerveza corre de mano en mano. Es el refrescante natural de los encuentros, el agua que apaga la sed y la leche que da energía. Alberto remarca que si bien el alcohol circula libremente, sustancias más potentes están vedadas en ña Vitó. “Aquí no dejamos entrar drogas”, asegura de manera tajante.

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A plata

El espíritu lúdico que mueve a los jugadores y aficionados no impide que las apuestas a un equipo u otro estén a la orden del día. Es más, la parada probablemente sea el combustible más importante, el que le insufla el hálito de vida al futvóley. Sin apuestas no hay partido.

Para apostar hay maneras. Puede hacerse entre los integrantes de los equipos partiendo desde G. 15.000 por cabeza, pudiendo llegar hasta el millón de nuestra moneda, cantidades vigentes en lo de ña Vitó. En otros puntos del país, los montos involucrados son astronómicos. Cuentan que el exfutbolista de Olimpia Richart Báez no juega por menos de cuatro millones y que en Ybycuí hay partidos que se disputan una bolsa de 100 millones de guaraníes.

Las paradas también se dan entre los que no juegan y simplemente van a mirar... y a arriesgar algunos billetes a la habilidad de sus favoritos. También puede ocurrir que la apuesta provenga de un mirón, o de varios, contra algunos jugadores.

“A veces, un grupo junta plata y reúne, por ejemplo, G. 600.000, que paran en mi contra. Si gano es una buena suma para mí, pero si pierdo tengo que pagarles esa cantidad”, cuenta Nando. "¿Cuánto es lo máximo que ganaste en una jornada?”, le preguntamos. “Un millón y medio”, responde.

Las cantidades apostadas también tienen en cuenta el nivel de los jugadores. Si es categoría B (los buches), los montos son inferiores a los que se manejan cuando la competencia enfrenta a los de categoría A (los llamados profesionales).

Cuando las cantidades no son elevadas, no hay árbitro, entonces las dudas en el tanteo se dirimen rememorando cómo iba la progresión del marcador y cada parte aporta sus recuerdos para establecer las líneas de tiempo y conteo correctas. Las discusiones suelen ser acaloradas y se parecen mucho a un regateo. Finalmente, siempre se llega a un acuerdo, aunque el bando perdedor lo hace a regañadientes de manera manifiesta.

Si las apuestas son altas, la participación de un árbitro es ineludible, ya que la posibilidad de perder o ganar una suma importante de dinero torna más difícil llegar a un acuerdo sobre una disparidad de opiniones. La presencia de un juez es necesaria para determinar si la pelota tocó o no la red en un saque o para llevar la cuenta del marcador.

Decidir si un pique es o no válido no suele ser complicado, porque la marca que deja la pelota en la arena no abre posibilidad para la duda. Después de cada toque de la pelota en los límites, los jugadores se encargan de alisar de nuevo la cancha con los pies.

Modalidades

El piqui barrial tiene varias formas de disputa, que se acuerdan previamente. La más común es la que enfrenta a dos parejas, a dos partidos a 10 puntos, con cambio de lado. Si cada equipo gana un chico, para desempatar se disputa un partido más, bajo la forma conocida como piqui po, en la que uno de los jugadores (tiene que ser siempre el mismo) puede utilizar la mano.

Otra variedad es el piqui ho’ava o piqui tenis, en que la pelota puede botar una vez en el piso antes de la devolución. En esta modalidad, el equipo que recibe el saque puede devolver la bola al primer toque, sin que el otro jugador esté obligado a un segundo contacto, algo que sí es obligatorio en el primer caso ejemplificado.

Cuando un jugador clase A enfrenta a uno clase B —generalmente una pareja—, los buches pueden jugar la pelota con la mano, a manera del vóleibol, mientras que al profesional solo le está permitido hacerlo al estilo piqui; es decir, sin la ayuda de manos ni brazos. En algunos casos, el profesional puede aceptar jugar solamente con la cabeza. Cholo, la pareja deportiva de Nando, es un experto en esta forma de disputa.

En cuanto a la vestimenta, no hay restricciones, y eso incluye el calzado. Habitualmente se juega descalzo, pero algunos pies delicados pueden terminar lastimados con la superficie de tierra, por lo que no es raro ver que durante el partido uno de los jugadores pida prestado un par de championes a algún espectador.

Sin embargo, en los torneos internacionales, la disputa se realiza sobre arena de playa y es obligatorio competir descalzo. Usar calzados deportivos en superficies de arena, en canchas de aficionados, puede ser contraproducente, porque los gránulos se introducen fácilmente en ellos y terminan volviéndolos incómodos.

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Dura mucho

En otros barrios, el piquivóley se juega solamente los fines de semana, pero en ña Vitó, los partidos se disputan todos los días. Las jornadas suelen extenderse hasta altas horas de la noche y ya pasó que las competencias hayan durado hasta el día siguiente. “Una vez empezamos un sábado a las 16.00 y terminamos a las 10.00 del día siguiente”, recuerda Nando. Un ejemplo de la pasión que genera este deporte.

Para jugar futvóley se requiere tener las mismas habilidades que las de un futbolista, por lo menos en cuanto a técnica de manejo de la pelota, aunque sus practicantes aseguran que son deportes muy diferentes y que no necesariamente un buen jugador de fútbol también lo será de piqui.

Un ejemplo de esta realidad lo encontramos en la cancha de ña Vitó. Ahí juega Gilberto Giménez, conocido como Perõ, exfutbolista de Colegiales y Rubio Ñu, pero cero como jugador de piqui, según quienes lo conocen. En la otra mano está Cholo, uno de los dos mejores atletas de futvóley del barrio Santa Rosa, pero con poco destaque en el balompié.

A Nando también le consultamos qué prefiere jugar, futvóley o fútbol, y contesta sin dudar que su elección se decanta por el piqui. “Hay gente que viene a mirar los partidos, solo para curiosear, pero después ya quiere jugar, solo para probar. Y una vez que juega descubre que ya no puede dejar de hacerlo. Es que el piqui se aprende y entusiasma rápido”, asevera.

A pesar de la gran popularidad de la que goza el futvóley, todavía se lo considera un pasatiempo marginal y ocupa poco espacio, o ninguno, en la prensa especializada. Hace poco, un canal argentino (El Trece, en su programa Telenoche) hizo un reportaje sobre el juego en las comunidades de inmigrantes paraguayos, en las localidades del Gran Buenos Aires. Y hasta ahora es el mejor informe realizado sobre este pasatiempo, tan difundido entre los paraguayos, pero con tan poca presencia en nuestros medios.

Es probable que el hecho de que no exista todavía una asociación reconocida oficialmente contribuya a mantener a este deporte en la sombra, al menos para el gran público.

No obstante, hay esfuerzos para convertirlo en oficial y profesional. El primer paso fue el cambio de nombre de la Asociación Paraguaya de Piqui, que ahora se denomina Asociación Futvóley Paraguay, y actualmente se encuentra gestionando el reconocimiento y el apoyo de la Secretaría Nacional de Deportes (SND).

A lo largo de todo el territorio nacional hay numerosos clubes y jugadores, pero la asociación todavía no cuenta con un listado de ninguno de ellos.

Pero si se tiene en cuenta que este deporte es uno de los pocos que le han dado un título mundial a Paraguay y que posee a jugadores de nivel internacional, el hecho de que no esté todavía bien organizado no debería ser una excusa para tenerlo relegado en un gueto reservado a una actividad marginal.

Hay indicios de que esta es una situación que va a cambiar más temprano que tarde. Y que lo hará gracias al esfuerzo de quienes día a día, o cada fin de semana, deciden gastar energías y algo de plata detrás de una pelota manejada con pies, cabeza y tronco, con una red de por medio que separa a los competidores, pero que los une en una pasión inquebrantable.

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Reglas básicas

• El futvóley se juega entre dos equipos de dos jugadores cada uno, disputado en una cancha de arena dividida en dos campos por una red. El balón puede ser golpeado con cualquier parte del cuerpo, excepto la mano, el brazo y el antebrazo.

• El objetivo es enviar la pelota por encima de la red hacia el suelo del campo adversario, evitando que el mismo toque el suelo del propio campo.

• El balón es puesto en juego por el sacador. Este ejecuta el saque golpeando el balón con uno de los pies, por encima de la red, en dirección al campo oponente.

• Un equipo tiene derecho a golpear el balón tres veces para enviarlo de vuelta al campo contrario. No está permitido al jugador golpear el balón dos veces consecutivamente.

• Un rally —tiempo en que el balón permanece en juego— continúa hasta que el balón toque el suelo, caiga afuera o no sea debidamente devuelto al campo adversario por uno de los equipos.

• Solo el equipo que esté sacando puede obtener punto (excepto en el set decisivo y en formas de disputa por sistema tie-break).

• Cuando el equipo que recibe gana el rally, obtiene el derecho al saque. En el set decisivo gana también un punto, denominado ventaja. Siempre que ocurra una ventaja, los jugadores del equipo favorecido deben alternarse en el saque.

Esteban Dávalos y Fernando Lugo.

Esteban Dávalos y Fernando Lugo.

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Los reyes del piqui

Esteban y Chore’i (Esteban Dávalos y Fernando Lugo) son los paraguayos campeones del mundo de 2016 en futvóley. Les preguntamos quiénes consideran que son los jugadores más destacados del país. “Velo y Jesús, de Ciudad del Este, son los más renombrados, y entre los futuros valores se destaca Richard Risso, de Luque”, afirma Esteban. Para Chore’i, los mejores jugadores individuales son Velo, Bota, Pocho, Risso y Acepar. Y las mejores duplas: Velo y Jesús, Chinchi y Oki, Gallo y Cachito, y Javier y Agui.

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Desafiando a Ronaldinho

Al finalizar el torneo de Río de Janeiro (donde Chore’i y Esteban alcanzaron el título mundial frente a Brasil) fueron invitados por Ronaldinho a su casa, para jugar un partido de piquivóley. “Disfrutamos del momento y conocimos a una gran persona. Hoy seguimos en contacto”, cuenta Chore’i. Para Esteban, conocer a una leyenda viviente del fútbol como Ronaldinho “fue algo mundial, único”. “Aparte de eso, es una buenísima persona, humilde, que nos recibió de la mejor manera en su hogar”, destaca.