Una película mítica de cuya primera exhibición pública se cumplen 75 años mañana. Una fecha de 1942, en plena II Guerra Mundial, elegida para celebrar que apenas unos días antes se había producido el desembarco de los aliados en el norte de África, que debilitaría en gran medida el régimen colaboracionista de Vichy, el representado en la película por el capitán Louis Renault (Claude Reins). Porque pese a ser una de las historias de amor más famosas del cine –la más grande de todos los tiempos según el American Film Institute (AFI)–, Casablanca también es una película política y de guerra.
Rick (Bogart) pertenece a la resistencia contra los nazis y en ese contexto conoce a Ilsa (Bergman) en París, donde ella espera en vano encontrar a su marido desaparecido –Victor Laszlo (Paul Henreid)– que es, a su vez, el líder de esa lucha contra la Alemania de Hitler. Todos ellos se encuentran en Casablanca, paso obligado de los miembros de la resistencia que buscan un visado para continuar su lucha desde fuera de Francia. Y el café de Rick es el punto en el que los intercambios se producen. Pero pese a ese contexto político, Casablanca es una pura historia de amor, la de Rick e Ilsa, sustentada en las magníficas interpretaciones de los más grandes actores que ha dado el cine, que hicieron magia con un material en el que nadie confiaba. EFE