Las series ganan cada vez más adeptos en el mundo y, según algunos escritores y seriéfilos, son varios los campos en los que se ha mejorado notablemente, entre ellos la calidad literaria, cinematográfica y dramatúrgica.
Este año estará marcado en la televisión por el duelo de las televisiones por cable. HBO con Juego de tronos y Westworld tratará de mantener su dominio frente a Netflix, que apuesta fuerte con sus éxitos del momento, Stranger things y The Crown, y contraataca con nuevos títulos de Marvel.
MEJOR EN TODO. La calidad de las series, a la par de la cantidad, también va en aumento. “La televisión ya producía series, demasiadas, casi todas temporales, efímeras. La diferencia entre esas y las actuales se encuentra en la calidad literaria, cinematográfica y dramatúrgica que ganó a inicios del presente siglo”, sostiene Sebastián Ocampos, escritor y “seriéfilo” declarado.
“Los críticos y los seriéfilos estamos de acuerdo en que esta época dorada de la televisión serial comienza con The Sopranos, Six Feet Under, The Wire, en las que ves una investigación y una realización que asombran y maravillan. Debo agregar que una década antes se produjo la serie de David Lynch Twin Peaks, también con lo necesario para trascender”, reflexiona Ocampos.
Crecimiento. La batalla por la audiencia se extiende cada vez a más otros países debido a la expansión internacional de HBO y Netflix. La primera apostó fuerte por Westworld como sustituta del fenómeno de Juego de Tronos, a la que le quedan dos temporadas, pero además cuenta con nuevas series como Divorce (con Sarah Jessica Parker) o The Young Pope (dirigida por Paolo Sorrentino, con Jude Law).
Otra nueva serie de HBO que es igualmente muy esperada es The Deuce, sobre los inicios de la legalización e industria del porno en los años setenta en Nueva York, con James Franco, Maggie Gyllenhaal y Emily Meade.
Mientras, Netflix acertó de lleno con The Crown y estrenará en el 2017 su segunda temporada, al igual que Stranger Things. También ofrecerá desde este año Santa Clarita Diet, con Drew Barrymore, y completará su oferta de novedades con dos series del universo Marvel, The Defenders y Iron Fist. Además, continuará con una de sus series más emblemáticas, House of Cards, con su quinta temporada.
Otras series que continuarán son Homeland y Narcos, y debutará El Chapo, sobre el narco mexicano Joaquín “El Chapo” Guzmán; mientras que entre los canales tradicionales, NBC presentará este año The Good Place, Powerless y la comedia Trial and error.
Otra de las revelaciones del 2016, Atlanta, tendrá en los próximos meses su segunda temporada, Transparent llegará a la cuarta y la comedia Black-ish seguirá emitiendo los capítulos de su tercera temporada. Asimismo, llega Taboo, una miniserie de ocho episodios; el drama de HBO Big Little Lies y Riverdale, que mezcla historias de amor adolescente con homicidios. ÚH-EFE
Escribe Sebastian Ocampos, escritor y “seriéfilo”
¿Cómo se logró ese imponente salto de calidad (en las series)? Con la libertad de creación que los realizadores no encontraban en la industria del cine, enfocada en blockbusters que generan híperganancias inmediatas. Kevin Spacey, productor y protagonista de House of Cards lo resume bastante bien: «Ellos (los de Netflix, los inversores) nos permitieron crear la serie que quisimos sin vernos forzados a hacer un piloto, sin darnos notas. Eso es lo que yo llamo libertad creativa».
Esa libertad de creación permite a los showrunners (término con el que se engloba a los creadores que hacen de guionistas, productores y en algunos casos hasta directores) describirse como escritores obsesivamente cuidadosos con la palabra, para quienes la regla fundamental es seguir lo que está escrito, de acuerdo al reportaje “Literatura televisada” publicado en El País de España.
El público creció a medida que los canales de televisión y otras plataformas invirtieron para ofrecer cada vez más series, algunas de gran calidad, otras regulares, la mayoría de simple entretenimiento estéril. Este crecimiento demostró que muchísimas personas en el mundo estamos dispuestas a pagar para ver el mejor cine actual en formato de televisión serial. Eso lo entendieron rápidamente HBO, Showtime, ABC, AMC, Netflix, Amazon, entre muchos otros, incluso los canales pequeños como USA, que desde 2015 nos regala la genialidad llamada Mr. Robot.
No quiero quedarme solo con producciones estadounidenses. En muchos países del mundo se producen series televisivas de gran calidad, como Gomorra y 1992 (Mille Novecento Novantadue) en Italia, Black Mirror y Sherlock en Inglaterra, Forbrydelsen y 1864 en Dinamarca, Real Humans en Suecia, Bron, Broen en Dinamarca y Suecia, The Fall en Irlanda, Les Revenants en Francia, Continuum de Canadá, Top of the Lake en Nueva Zelanda, Narcos en Colombia, PSI en Brasil... La lista es larga.
¿Cuál es la relación del éxito de las series con el que tuvo ―y acaso tiene― la literatura (con Shakespeare, Agatha Christie, la novela negra, la novela policíaca, etc.)? La relación es la capacidad de fascinar (atraer irresistiblemente) de toda historia contada con talento, ya sea en formato de obra de teatro, novela por entrega, libro de ficción o no ficción (crónica), cine, televisión.
Agatha Christie y una buena parte de la novela negra y policíaca son como la mayoría de las series actuales: entretenimiento estéril. Solo sirven para pasar el rato, perder el tiempo, «para no pensar», como me decían los clientes cuando atendía el videoclub Statio (2009, 2012).
En este siglo, las historias que más fascinan vienen en formato de televisión serial. Fascinan tanto que hasta los escritores somos seriéfilos. Salman Rushdie no pudo resistir a The Sopranos (y llamó «basura adictiva» a Game of Thrones). Jonathan Franzen elogió The Wire. De Breaking Bad ambos autores fueron seguidores, al igual que Joyce Carol Oates, quien sumó a esa lista selecta a Mad Men, la serie cuyos capítulos Enrique Vila-Matas estudió cuentísticamente, como una tarea semanal para maravillarse.