Algunos datos pueden parecer desconcertantes, pero el prestigio de la organización obliga a mirarlos con atención. Es que Latinobarómetro viene realizando encuestas internacionales desde 1995 indagando la percepción ciudadana sobre aspectos de la democracia. Si bien en cada uno de los 18 países investigados hay una realidad singular, en casi todos, conviven individuos que ejercen iguales derechos políticos, pero que tienen diferencias abismales en cuanto a los derechos económicos y sociales. La relación entre democracia, pobreza y desigualdad es tan curiosa y conflictiva que, desde hace años, hay gente que se pregunta cuánto podrá durar.
Pues bien, el estudio del 2017 trae noticias. La buena es que la mayoría de los latinoamericanos sigue creyendo que la democracia es el mejor sistema de gobierno. La mala es que, desde hace seis años, ese apoyo viene cayendo. La democracia política, una aspiración colectiva del pasado reciente, ya no basta por sí misma. La gente se siente insatisfecha con ella, lo que está correlacionado con la aprobación de la gestión del gobierno de su país, que es, en el promedio regional, de apenas 36%. Además, a uno de cada cuatro latinoamericanos le es indiferente la forma de gobierno que rige en su país. La democracia del subcontinente está enferma, aunque los síntomas son apenas visibles.
Se dibuja una aparente contradicción, porque la caída de los indicadores políticos coincide con una subida generalizada de los económicos. El 54% de los latinoamericanos dijeron que su dinero les alcanzaba para llegar a fin de mes. El crecimiento económico creció entre 2016 y 2017. El mundo político y el económico se disocian de la mano de la inequidad en un continente bipolar.
Los datos sobre Paraguay son fiables porque desde hace años son levantados por el mismo equipo –Mori, de la socióloga Marta Lagos, directora de Latinobarómetro– y muestran un rostro tradicional: solo el 23% de nuestros compatriotas están satisfechos con la democracia. El promedio latinoamericano es de 30% y el país que más contento está con ese sistema político es Uruguay, con 57%. El estudio ofrece pistas sobre los motivos de la decepción ciudadana. Por ejemplo, para el 88% de los consultados, Horacio Cartes gobierna solo para los más poderosos. Esta cifra está entre las más altas del continente. Solo los devaluados, Temer, en el Brasil, y Peña Nieto, en México, lo superan. Apenas el 21% de los paraguayos aprueban el gobierno de Cartes.
Los tres poderes del Estado miden pésimamente, pero impresiona el monumental aplazo del Tribunal Superior de Justicia Electoral. Solo el 16% de la población confía en esa institución. Es el nivel más bajo entre los 18 países evaluados. Y eso que hasta hace poco el TSJE nos enorgullecía. Esto presagia desastres. También somos los latinoamericanos que menos confían en su Poder Judicial y en su Parlamento. Y los que más creen que sus funcionarios, jueces o policías son sobornables. Con estos datos, no sorprende que se haya deteriorado nuestro amor a la democracia. Hay que agradecer que aún no haya habido divorcio.