” Estamos viviendo un momento demasiado lindo, es una explosión de alegría”, dijo una emocionada Magalí Guggiari, hermana de Chiquitunga, en comunicación con radio Monumental 1080 AM.
Guggiari la describió como una joven encantadora, muy alegre y con una gran vocación de servicio hacia los niños, jóvenes, ancianos y enfermos.
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” Chiquitunga era una chica normal, con la diferencia de que fue súper alegre y traviesa, de comunión diaria y de ir a misa todos los días. Dejaba sus huellas por donde pasaba”, sostuvo.
Comentó que el decreto del papa Francisco causó una gran conmoción en la familia, ya que para ellos era algo inalcanzable.
“Uno se siente entre las nubes, realmente era una cosa inalcanzable. Es una noticia fabulosa para todos los paraguayos”, refirió.
Tras una reunión entre el obispo de Roma y el cardenal Angelo Amato, prefecto de la Congregación de la Causas de los Santos, el máximo líder de la Iglesia Católica firmó el documento por el cual se reconoce el milagro de Chiquitunga.
Este es el último paso que permitirá que la religiosa paraguaya sea beatificada. Tras la beatificación, Chiquitunga queda a un paso de ser considerada una santa.
Además de la beatificación de Chiquitunga, el Papa autorizó la promulgación de nuevos decretos que darán a la Iglesia cinco nuevos santos, un beato y seis nuevos venerables. Entre los nuevos santos destacan el papa Pablo VI y Mons. Óscar Romero, arzobispo de San Salvador.
¿Quién fue Chiquitunga?
María Felicia Guggiari Echeverría, conocida como Chiquitunga, nació en Villarrica el 12 de enero de 1925.
A los 14 años se unió a la Acción Católica y trabajó en la catequesis con niños, jóvenes trabajadores, universitarios con problemas, con los pobres, enfermos y ancianos. Sus trabajos fueron realizados en Villarrica y Asunción, según la web católica Aci Prensa.
El 14 de agosto de 1955, a la edad de 30 años, respondió al llamado que Dios le hizo para ingresar a la vida contemplativa en el Carmelo de Asunción.
El sitio Corazones.org recoge el testimonio de las madres carmelitas descalzas de Asunción, que recuerdan que “en los cuatro años que la querida hermana vivió entre nosotras, se caracterizó por su gran espíritu de sacrificio, caridad y generosidad, todo envuelto en gran mansedumbre y comunicativa alegría”.
Murió a los 34 años, el 28 de marzo de 1959, tras internarse en un hospital durante poco más de un mes debido a una hepatitis que contrajo. Aseguran que sus últimas palabras fueron: “Papito querido, ¡qué feliz soy! ¡Qué grande es la Religión Católica! ¡Qué dicha el encuentro con mi Jesús! ¡Soy muy feliz!” y “Jesús te amo. ¡Qué dulce encuentro! ¡Virgen María!”