19 abr. 2024

Aventura esmeralda

Conocer el lago Ojo de Mar no podía ser tan difícil, solo era cuestión de llegar a la ciudad de Bella Vista, Amambay, y preguntar por el camino. Sin embargo, encontrar el lugar resultó ser la búsqueda de un tesoro perdido en el bosque.

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Revista Vida

Texto: Natalia Ferreira Barbosa | Fotos: Javier Valdez.

La única referencia que había acerca de la masa de agua era que estaba ubicada a 50 km de Bella Vista Norte. Después de consultar con la Agencia AventuraXtrema, sabíamos que requería ir en un vehículo 4x4 y caminar un trecho más o menos largo hasta llegar. Solo eso. La Secretaría Nacional de Turismo (Senatur) no tenía información sobre el destino, puesto que no lo promociona, y fue en vano llamar a la Municipalidad de Bella Vista Norte: nadie atendía.

El camino que lleva a la ciudad fronteriza con Brasil es casi el mismo que conduce a Pedro Juan Caballero. Se toma la ruta 3 hasta Yby Yaú, en Concepción, donde empalma con la 5. Todo cambia al llegar al Cruce Bella Vista. El camino que conduce hacia el norte tiene un hermoso paisaje montañoso, pero contrasta abismalmente con la calidad de la vía de terraplén recorrida anteriormente, que más se asemeja a la superficie lunar.

Entre tumbos y una ruta sin fin

Adentrándonos unos kilómetros, aparecieron unos camiones que removían la tierra, otros la alisaban y, tras la estela de arena, desapareció el último trayecto liso de todo el camino. Del Cruce Bella Vista hasta Bella Vista Norte hay un poco más de 75 km de tumbos, curvas, pozos y declives. Recorrerlos de prisa resulta imposible, a no ser que quiera una lesión lumbar o cerebral. Y olvídese completamente de apretar el acelerador a fondo. Aunque tenga una 4x4, resulta una quimera superar los 20km/h. Por tramos es necesario reducir la velocidad drásticamente, al menos si se desea preservar entero el vehículo.

Pasada una hora y media de transitar el camino de tierra, y con la sensación de haber pasado días en el automóvil, el GPS señala que apenas estamos a mitad de camino. Lo único que ayuda a aliviar el angustioso trayecto es el paisaje que se impone a la derecha, una cadena de cerros como rocas gigantescas que parecen haber sido acomodadas una cerca de otra. Pasando el punto medio, el panorama se vuelve llano y solo se alcanza a divisar en el horizonte un sendero de subidas y bajadas que parece interminable. Solo tierra y la nada, no hay un solo comercio, copetín, parada o lo que sea a lo largo de esos kilómetros. De tanto en tanto se ven entradas a estancias, algunas casas al borde de la pista roja, un par de vacas flacas pastando y personas esperando que pase Dios sabe qué.

Esos 77 km –lo confirma después el intendente– serían los más largos jamás recorridos; un viaje que podría durar una hora si el camino estuviera asfaltado, demora casi tres horas. Finalmente, la entrada de la ciudad aparece y con ella el asfalto que nunca antes fue tan bien recibido. La pequeña Bella Vista es como un oasis en el medio del desierto. La vía principal de acceso, que termina abruptamente después de cinco minutos de recorrido, se enlaza directamente con un puente de 100 metros sobre el río Apa. Al otro lado está Bela Vista, Brasil.

En la ciudad

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Bella Vista Norte está en crecimiento. Su flujo turístico podría mejorar cuando se termine de asfaltar el camino de 77 km que llega a la ciudad.

Con una buena cantidad de kilómetros encima, el estómago pide alimento, y luego de buscar algún lugar, Bella Vista evidencia las típicas características de las ciudades fronterizas del país con Brasil: los letreros de varios negocios están en portugués y varios de ellos venden sus productos en reales. Además, la radio recibe las señales de las emisoras brasileñas en las que se escuchan clásicos del sertanejo, y al cambiar de estación, también se oyen pastores evangélicos predicando.

Al preguntar por un restaurante, un hombre nos indica que doblemos a la izquierda, y asegura que en una esquina hallaremos uno. El comedor Don Beto está a punto de cerrar sus puertas, varios de los negocios hacen la pausa de la siesta.

No hay edificios altos ni grandes centros comerciales, a diferencia de Pedro Juan Caballero y Ciudad del Este. Las edificaciones del lugar dan la sensación de que el paso de los años no afectó a Bella Vista Norte, que cuenta con 113 años. No obstante, ese espacio ya empezó a ser poblado en la época de Carlos Antonio López.

Esta localidad está más aislada del país que del exterior. Para los habitantes debe ser más fácil ir a Bela Vista que a otra ciudad del Paraguay. A la hora que llegamos, la mayoría de las personas de la Municipalidad ya no estaba. El intendente, Miguel Louteiro, tampoco contestaba el teléfono, por lo que el contador del Municipio, licenciado Florentín, dió unas indicaciones para llegar al lago Ojo de Mar, y no sería el primero ni el último en brindar instrucciones. Lo primero es retomar otro camino de tierra, aun más desierto que el primero, y después seguirlo hasta llegar a un puesto de policía –en el medio de la nada, ¿vigilarían que las vacas no peleen?–. Allí se dobla a la derecha y se recorre otra vez un buen par de kilómetros.

Sin mapa del tesoro

Habían dicho que lago Ojo de Mar estaba en la Colonia Rinconada. El problema es que no hay un cartel que diga “Colonia Rinconada” ni otro que promocione el atractivo turístico. Tras un buen rato de haber dejado atrás la comisaría, aparece un diminuto letrero, y otro camino se abre a la izquierda. Allí puede leerse “Lago Ojo de Mar” y tiene una flecha que indica que debemos seguir adelante. Hicimos caso a la señalización, solo que no estábamos llegando a ningún lugar. Cuando por fin apareció una casa, un niño nos indicó que debíamos doblar en aquella senda que habíamos pasado hacía 15 minutos. Con un poco de cansancio y optimismo, retornamos. Después de todo, faltaba muy poco para ver en vivo y en directo ese lago verde esmeralda así como lo ilustraba una imagen en internet.

Finalmente apareció un cartel mucho más grande que el primero y una entrada cerrada por un portón de madera. Hacia la izquierda, a lo lejos se veía una casa de madera. No había nadie, los únicos que daban la bienvenida eran una vaca, un pato y unas gallinas. Casi frente al portón de entrada había una pequeña construcción de paredes blancas, que quizás alguna vez tuvo un techo. Lo que parecería una casa para un guía está totalmente abandonada, solo habitada por arañas y víboras. A la derecha de ella, en el medio de la maleza, otro indicador dice: “Ojo de Mar a 600 m”.

A primera vista no había ningún sendero, la espesura del monte se cernía sobre todo. Ninguno de los tres se animaba a adentrarse en aquella aventura incierta. El chofer afirmaba que en la zona había leones, jaguaretés y kurijus. El fotógrafo se negó a avanzar ante el riesgo y desconocimiento que teníamos de la zona. Después de todo, si algo sucedía, no había quien pudiera socorrernos en kilómetros a la redonda. Tras una breve discusión, decidí ir al frente, de modo que si una fiera aparecía -les dije- se toparía primero conmigo.

A la suerte

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La playa, al borde del río Apa, es un atractivo interesante de Bella Vista Norte.

La luz iba disminuyendo. Con los niveles de adrenalina al máximo y a contrarreloj, avanzamos unidos con palos que hacían de bastón para apartar la maleza. Tras un par de minutos de caminata, se sentía como si fuera que nadie hubiera caminado por allí en años. Si bien había un sendero marcado, no existía ningún otro cartel. Para empeorar las cosas, el chofer y el fotógrafo aseguraban haber oído un rugido y voces. Como a mitad del trayecto, el aire se volvió más denso y húmedo, pues el bosque era espeso, y las hojas amortiguaban las pisadas. De pronto aparecieron indicios de actividad humana: una lata de cerveza vacía, envoltorios de caramelos y otras latas más adelante. Esto producía una mezcla de alivio por estar en el camino correcto, pero también de indignación por encontrar basura en semejante lugar.

La espesura del bosque se hizo menos densa, el aire se volvió menos pesado y un claro se abrió en el medio de la nada. La cantidad de follaje dificultaba la vista pero se podía ver una masa de agua más adelante. Enseguida apareció una escalera de cemento y piedra. Al descender los escalones y atravesar una pequeña estructura metálica que sirve como mirador, estaba el lago Ojo de Mar, como un tesoro escondido.

Y lo que se aprecia allí es mucho mejor de lo que se ve en las fotografías. El aire que se respira es puro y fresco. Se trata de un enorme lago de forma oval rodeado por un bosque virgen. Desde allí se puede escuchar el sonido de todo tipo de aves y animales. Los más cercanos son una familia inquieta de monos, que se pasean de rama en rama. Esta formación de agua es un cenote y puede demorar miles de años en constituirse. Dicen que en el lugar que ahora ocupa la laguna a cielo abierto había cavernas, las cuales colapsaron a causa del agua.

En el departamento de Amambay existen varios cenotes. Llegar al lago Ojo de Mar no es para cualquiera ni para toda la familia, pero la belleza de la laguna transparente con fondo verde esmeralda hace que las horas de viaje y caminata valgan el esfuerzo.

Sobre Bella Vista

Bella Vista Norte tiene 113 años de fundación y está ubicada en la frontera con Brasil, separada por el río Apa de la ciudad brasileña de Bela Vista. El motor principal de la economía del lugar, con más de 10 mil habitantes, es la ganadería, sin olvidar la agricultura familiar y, en menor proporción, el turismo de compra. Además, del lado brasileño se demanda una gran cantidad de mano de obra, por lo que muchos pobladores cruzan la frontera para trabajar.

Casi en el centro de la ciudad está la Plaza de los Héroes y en los alrededores se ubican el cementerio, la iglesia y una gruta de donde nace un manantial. Para entrar en contacto con la naturaleza están las playas de arena blanca al borde del río Apa, el cual tiene como afluente al arroyo Estrella. No lejos del centro urbano están los rápidos del río Apa y a 50 km está el lago Ojo de Mar (coordenadas en Google Maps: -22.313116, -56.734262). En el camino a Bella Vista esperan el arroyo Guazú, la laguna Sununú y la laguna Arroyo Primero.

A pesar de poseer un gran potencial para el turismo de naturaleza y aventura, el lugar no cuenta con camino asfaltado y tampoco ofrece muchos lugares para hospedarse. “La infraestructura vial es la espina dorsal del turismo, si no tenés eso, no podés levantar un paseo o cualquier otra cosa. La gente que hace turismo de aventura y buceo va al lago Ojo de Mar —tiene 100 hectáreas y es propiedad del Indert—, pero no familias ni excursiones escolares.

Lastimosamente la Municipalidad no cuenta con los recursos para mantener la infraestructura ni un guardaparque para los turistas. Por el momento ya empezaron las tareas, el 26 de agosto del 2014, para asfaltar el camino desde Cruce Bella Vista hasta Bella Vista Norte, y son 26 meses de trabajo por contrato”, afirma Miguel Louteiro, intendente de Bella Vista Norte.

Datos curiosos

Por el camino que va de Cruce Bella Vista a Bella Vista Norte se aprecia la cordillera de Amambay, un grupo de cerros compuestos por rocas sedimentarias denominadas areniscas, las cuales se formaron hace 181 millones de años, durante el periodo Jurásico, época en la que vivían los dinosaurios, según el geólogo Terecio Cáceres.

Entretanto, el lago Ojo de Mar encaja en lo que se considera un cenote. Hace miles de años, donde estaba el cuerpo de agua había cavernas, curiosamente de areniscas, que usualmente son de piedra caliza, las que colapsaron y dieron lugar al lago esmeralda. De acuerdo al geólogo, un grupo de buzos se sumergió entre 25 y 30 metros, pero la profundidad real aún es desconocida.

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