23 abr. 2024

Alimentación vital

La lactancia materna es una práctica inherente del ser humano y brinda todos los nutrientes necesarios al niño en sus primeros meses de vida. No obstante, el amamantamiento se ve amenazado por falta de hábitos y conocimientos.

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Natalia Ferreira

El ser humano, como es sabido, es un mamífero, el cual, por definición, se trata de un animal vertebrado que se desarrolla dentro de un cuerpo materno y al que las hembras de su especie alimentan con su propia leche. De los miles de mamíferos existentes en el mundo, el homo sapiens fue el único que se encontró con obstáculos o excusas para dar de mamar a sus vástagos. Un instinto básico como el de amamantar, al parecer, fue desaprendido en las últimas décadas.

Gracias a ese impulso natural que la mujer mantuvo por años, la mayoría de los niños crecían fuertes y saludables, sin que mediaran la ciencia o el conocimiento de los beneficios para realizar esta práctica. Ahora, las mujeres, más que nada por desconocimiento u otros impedimentos, dejan a un lado el derecho de los niños y las madres a la lactancia exclusiva, reconocido en 1992 durante la Conferencia Internacional sobre la Nutrición realizada por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y Agricultura (Fao).

La tendencia sobre la lactancia es una constante. En la mayoría de los casos, la proporción es mayor en las áreas rurales que en las urbanas. Además, las madres que provienen de familias grandes y sociedades tradicionales tienen más éxito al momento de amamantar. En el país, apenas el 3,9% de niños de dos a cinco años fue amamantado por menos de un mes, mientras que el 14,4% de los niños lactó entre cinco a siete meses (lo mínimo recomendado) y el 18,2% lo hizo de 11 a 13 meses, según datos de la Encuesta de Ingresos y Gastos 2011-2012 de la Dirección General de Estadísticas, Encuestas y Censos (Dgeec).

La importancia de amamantar

Los últimos datos más específicos sobre lactancia indican que el 32,9% de los bebés de hasta tres meses recibió lactancia exclusiva ─solo del pecho de la madre─, de acuerdo a la Encuesta Nacional de Demografía y Salud Sexual y Reproductiva (Endsr) 2008 efectuada por el Centro Paraguayo de Estudios de Población (Cepep). Mientras, el 22,7% recibió lactancia predominante, que incluye leche materna y otros tipos de líquidos.

“La leche producida durante el periodo de lactancia, compuesta en un 70% por agua, aporta la cantidad suficiente de líquidos y nutrientes que requiere el recién nacido hasta los seis meses de vida. También provee todas las proteínas y el calcio suficientes. Igualmente, la leche contiene inmunoglobulinas que mejoran las defensas del intestino, de esta manera, el niño tiene menos diarrea que el resto que no fue amantado”, explica la pediatra nutrióloga Susana Sánchez, quien tiene a su cargo la Dirección de Nutrición y Programas Alimentarios del Instituto Nacional de Alimentación y Nutrición (Inan).

No solamente los profesionales recomiendan seis meses de lactancia exclusiva, también la Organización Mundial de la Salud (Oms) aconseja esta práctica, por sus múltiples beneficios tanto para la madre como para el lactante. Solo después de que pase el primer semestre se deben introducir alimentos sólidos y agua a la dieta del bebé durante dos años más.

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En la práctica, la cantidad de niños que se alimentan exclusivamente del pecho hasta los seis meses es baja a nivel nacional. Solo el 24,4% de los niños menores de seis meses recibe lactancia exclusiva. Entretanto, uno de cada cinco infantes de cero a cinco meses tiene lactancia predominante, según la Endsr 2008.

Beneficio sin igual

“Las leches en fórmula jamás van a igualar a la producida por la madre, porque esta de por sí tiene una calidad óptima, independientemente en madres de bajo peso, ya que el organismo siempre trata de preservar las propiedades de la leche hasta el último momento. La leche materna contiene ácidos grasos esenciales que protegen a las neuronas. En los primeros días de lactancia, las mamas segregan un líquido más espeso y amarillento llamado calostro, cuyos nutrientes actúan como una vacuna que protege al niño, al proveerle anticuerpos y favorecer la maduración intestinal. El 20% de las muertes de los recién nacidos podría prevenirse si se les da de mamar en las primeras 24 horas de vida”, afirma Susana Sánchez.

Los lactantes también se ven beneficiados porque tienen menor riesgo de padecer alergias, obesidad, infecciones o diarreas; poseen una buena fuente de energía y nutrientes; mejoran su desarrollo sensorial y cognitivo, y tienen un mejor vínculo con sus madres. Incluso los adultos que fueron amamantados durante su infancia presentan en menos ocasiones presión arterial, alto colesterol y diabetes tipo 2, de acuerdo la Oms y la Fao.

Entretanto, para las madres, el periodo de amamantamiento exclusivo constituye un método anticonceptivo natural; sin dejar de mencionar que las mujeres que dieron de mamar reducen sus posibilidades de tener cáncer de mama y ovario, y también pueden recuperar el peso que tenían antes del embarazo. Y, claro, la lactancia materna es mucho más económica que dar biberón con leche en fórmula.

“Las leches artificiales suelen venir en envases de 400 gramos y cuestan en promedio entre 30.000 y 40.000 guaraníes. Un recién nacido consume una lata y media por semana, después aumenta a dos e incluso a cuatro. Semanalmente se podría gastar entre 120.000 y 150.000 guaraníes, hablando de las fórmulas más baratas. Al mes representan un gasto de hasta 600.000 guaraníes o más, dependiendo del precio”, indica Sánchez.

El riesgo de lo artificial

Alimentar al niño con leche en fórmula representa claramente una carga económica importante para una familia, pero no solo afecta el bolsillo sino también la integridad de su salud.

“Los preparados comerciales no contienen células vivas o anticuerpos, por lo que no protegen activamente contra infecciones. Además, al ser una fórmula, los componentes son fijos y no cambian ni se adaptan a las necesidades del bebé. Sin embargo, la leche materna se modifica con el tiempo, permitiendo así un balance óptimo de nutrientes”, señala la doctora Mirian Ortigoza de la Dirección de Salud Integral de la Niñez y Adolescencia del Ministerio de Salud.

A la hora de preparar las leches de fórmula hay que extremar los cuidados, porque si no se toman las precauciones necesarias, según Ortigoza, se pueden contaminar elementos como el biberón, si este no es bien esterilizado. También el agua, en ocasiones, no reúne la calidad adecuada. Un error en la cantidad de polvo puede llevar a la desnutrición, si se la diluye demasiado, o producir diarrea, si se la espesa en demasía. Por ende, los niños alimentados artificialmente son más propensos a tener problemas gastrointestinales y deficiencias en el crecimiento.

Impedimentos y falsas creencias

Existen varios factores que impiden la instalación total de la cultura de la lactancia materna. “Muchas madres no han visto dar de mamar en sus familias o no están informadas de los daños que puede producir al niño una alimentación artificial. También influye la escasa preparación de los profesionales de la salud en lactancia materna a la hora de aconsejar a las madres ante las dudas que tengan sobre la producción de leche insuficiente para alimentar a su bebé”, opina Ortigoza.

“Hay que reconocer ─dice Sánchez─ que nuestro sistema de salud está debilitado, y en el sector privado, la situación de lactancia materna, diría que es más preocupante. En los hospitales públicos hay normas que recomiendan esta práctica, pero fuera de ellos nadie controla. Si se hiciera un estudio, es probable que encontremos un porcentaje importante de recién nacidos que recibieron leche en fórmula sin que la madre lo haya consentido. Es lo que se ve en la práctica. Cuando nace el niño debería haber una consejera sobre lactancia materna, quien no necesariamente debe ser una especialista médica; hay varios clubes de madres que hacen ese apoyo”.

Otro de los motivos por los cuales muchas madres limitan el tiempo de amamantamiento es debido al trabajo, puesto que no todas se toman los tres meses de licencia por maternidad por temor a perder su empleo, o bien en sus lugares de trabajo no tienen tiempo ni espacios adecuados para la extracción de la leche y su almacenamiento en un congelador.

Solo el 3% de las madres, según la Fao, no puede dar de mamar a sus hijos por problemas físicos, por lo que “ningún niño debería ser alimentado con una leche que no esté autorizada por la madre. Tampoco se explican todos los riesgos que conlleva para el niño el hecho de alimentarse con leche en fórmula. Muchas mujeres, estoy segura, harían el esfuerzo para darle lactancia exclusiva a sus bebés, si estuvieran en pleno conocimiento de los beneficios y riesgos”.

La lactancia materna es una práctica en la que definitivamente pesan más los beneficios a corto, mediano y largo plazo. Pero, para hacerlo, se debe estar decidida e involucrada en la crianza de los hijos. Para algunas mujeres representa un esfuerzo, pero que a la larga da sus frutos, y para otras, una experiencia placentera y enriquecedora.

Texto: Natalia Ferreira Barbosa

Fotos: Natalia Ferreira Barbosa y Fernando Franceschelli.

Agradecimiento: Liz María Aguiar y Eugenia Florentín, Karina Arias y Ezequiel Escobar.